Debo aspirar al control de mi mente. Estoy concienciado para ello. El monje que vendió su ferrari es la novela que me ha puesto en el deber y el placer de crecer.
Borrar todas las turbulencias negativas que invaden mi cerebro tiene que ser una practica en la que debo afianzarme.
Poco a poco, dedicando un poquito de tiempo al tema cada día como la hormiguita, sin prisa. Sin presión.
El silencio y la paz del corazón de la rosa que en mi caso será la llama de la vela. Las visualizaciones. El poder del pensamiento contrario al negativo.
Me voy a poner objetivos en un cuaderno de los sueños. Objetivos a nivel personal, profesional y espiritual. Plasmarlos por escrito, publicarlos en algun foro o comentarlos a alguien como Isa para responsabilizarme sobre su cumplimiento, ponerme un plazo corto par los objetivos menores y más largo para los mayores.
Ver como voy avanzando poco a poco. Ver si voy creciendo en vitalidad, felicidad, jovialidad y en ganas de seguir caminando o simplemente es una nueva obligación que se convierte en carga cotidiana que acabo por abandonar como otros tantos propósitos de principio de año pagano para la gente del capital.
De momento solamente una experiencia- casi siempre negativa- como es un lunes después de Navidad y consulta, con mi visualización positiva me ha ido muy bien, a pesar de estar yo solo en el pasillo mientras mis compañeros, todos de vacaciones ignoraban incluso que yo estaba allí, en las galeras remando para llevar adelante la nave hospitalaria de la traumatología y cirugía ortopédica del cupo muchas veces tedioso hasta la extenuación.
lunes, 27 de diciembre de 2010
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