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lunes, 22 de diciembre de 2014

ANÁLISIS DE UN FRACASO

ANALISIS DE UN FRACASO O UN ENTRENAMIENTO: V MARATON INTERNACIONAL DE CASTELLON.
MI PRIMERA RETIRADA EN MI CUARTA MARATON.

Domingo 7 de diciembre de 2014.

EL HOMBRE DEL MAZO ME GOLPEO EN EL 31K
LA RETIRADA SE CONSUMO EN EL 37 K.
A CINCO KM DE LA GLORIA POR NO PASAR POR EL INFIERNO.

Se presume un día muy feliz. El maratón que llevo entrenado desde el 1 de Septiembre ha estado muy trabajado. Catorce semanas a una media de cien kilómetros por cada una no es moco de pavo. Más de diez rodajes largos de más de veinticinco kilómetros, un diez mil una media maratón, un treinta mil un treinta cinco mil y hasta un treinta y siete mil, como una maldita premonición. Más de veinte rodajes de veinte. Muchos cambios y series largas, hasta cuestas. en fin cansa demasiado desglosarlo aquí y ahora. 
Las lesiones me han respetado. La rodilla mejor que nunca. Los problemas con los aquiles se reducen a molestias mínimas también superadas.
En fin, todo óptimo. Sol después de un fin de semana anterior pasado por lluvia torrencial. 
El viento puede ser la única incógnita a despejar de la meteorología. Las previsiones hablan de 15-20 km/h del Noroeste.
El día D con todas sus liturgias se despierta según lo previsto. La Taza de Roca, el desayuno, la hidratación, las fotos, el café en el Hospital Provincial. Más fotos en la estatua de Ripolles según protocolo y hasta el paseíllo torero hacia la salida.
Calentamiento hacia el parque de la UJI. Soledad en medio de una multitud de gente que va enseñando carnes trabajadas a la mañana fría de Diciembre. Los africanos rodando a buen ritmo sin despojarse de sus ropajes largos, se cruzan conmigo en el carril bici, con semblantes tan serios como indiferentes. 
Yo, facilidad absoluta en los gestos. Ningún  dolor. Ningún cansancio. Aceleración natural a menos de cuatro para sentir el asfalto bajo mis Adidas Boston con fluidez. Calzón corto John Smith, perneras Kalenji, camiseta de tirantes del Clot sin manguitos- por olvido- Un buff de “Where is the limit” en la frente y gafas de sol oscuras de marco blanco. Un reloj en cada muñeca. El GPS Garmin X-310 en la zurda y el marcador de la hora en la derecha.
No hay ultima foto con los del club. Estoy demasiado nervioso para perder los treinta minutos de calentamiento. No me quito la camiseta blanca de encima  cuando entro en el cajón sub-3, detrás de la elite. Ya me despojaré cinco minutos antes del disparo.
Canciones motivadoras, discurso del dueño del micrófono para ir centrando la mente. A la izquierda los del 10 k,  a la derecha sobre el rojo pavimentado del TRAM los “maratos”.
-Todo está cumplido, Dios mío, ayúdame.

Pum…!
Disparo al cielo del cohete que da paso a la marabunta. La mancha multicolor de corto invade en doble carril el asfalto frío de la capital. Sol y ochos grados que apenas se sienten en los corazones de más de ciento veinte pulsaciones e increscendo.
Hay que tomar posiciones. El adelantamiento es complicado en los primeros compases. Trabados por la marea humana. Encerrados por una fila de público que acota el pasillo hacia la gloria.
Adelanto a los prácticos sub-3h, adelanto por la izquierda sin parar. Ya voy por debajo de cuatro por kilómetro. También a Sergi Ruiz, Quiko el sevillano. En fin voy lanzado. Soy perseguidor de Albert. Lo tengo a menos de cincuenta metros. Ya me freno.
Primer kilometro. Tres cuarenta y ocho. Clavado el ritmo previsto. Soy una máquina. Los del diez mil a la izquierda. Vamos en un grupeto que no está mal. Isa me saluda en la Ronda Millars.
-Vamos Damy.
-Voy muy bien- Respondo con sinceridad.
Paseo Ribalta rumbo hacia el Oeste por la acera roja del Tram y arco de meta en sentido contrario. Subimos hacia la UJI. Nos cruzamos por primera vez con el grupo volador verde africano. Es impresionante ver como cabalgan. Detrás hay perseguidores como cuentas de rosario. Oros en tierra de nadie. Albert y yo, duo en la distancia de la obsesión. Empiezo a quedarme solo con mi  ritmo martilleante. 
La bajada es tremenda en mi ordenador de a bordo, a pesar de lo escaso de la pendiente. La zancada se me dispara.
Marco tres treinta y bajando. Es impresionante. Pendiente favorable y viento a favor.
El diez mil se clava a tres cuarenta y cinco de media (37'30") según una voz informativa y experta del publico. Aun consigo correr con alguien, pero por poco tiempo. Un tres treinta y cinco posterior me hace quedar solo. Casado solo con el poder de mi ritmo devorador. 

Es mi soledad en medio de los leones tragando kilómetros. Con la única referencia visual de Albert por delante. No doy tregua al reloj. 
Pasamos el primer tramo complicado según lo previsto; la Avenida Casaldulch. Ya hemos atravesado en dos ocasiones la plaza de  Maria Agustina. 
Nos cruzamos con mi colega quirúrgico Alejandro Marin Buck. Me anima. El va inmerso en la soldadesca por detrás del globo que marca las 3h.15
Poco a poco me voy aproximando al tramo que a priori  a mí más me preocupa; la Avenida del Mar de Ida y de vuelta. Se presume especialmente complicada la vuelta con el viento soplando sin piedad.
A la ida, el sol y el viento de cola me hacen marcar otro tes treinta y cinco y mantenerme por debajo de 3.45 y 3.40.
En el km 20 de la avenida del Puerto tomo mi primera bebida isotónica de la organización. Según mi reloj , menos de 37' para el segundo 10.000. El agua cada cinco o diez kilómetros ha sido también consumida en pequeños sorbos. También los geles. Muy bien tolerado todo. Sin dolor. La vuelta comienza marcada por el paso por debajo del arco de la media maratón. Una hora diecinueve. Eso significa dos horas y cuarenta minutos para  la maratón completa si no pincho. Voy lanzado hacia el viento contrario. Ahora Albert delante se me acerca más debido a  sus problemas con el gigante Eolo.

Toque de  alarma. Primer kilómetro por encima de cuatro minutos. 
Se esfuma de mi cabeza la posibilidad de bajar de 2.40'
Veo a Albert tambalearse o buscar  acercarse a la mediana como un formula uno para optimizar la aerodinámica en contra  del empuje del viento. Es inútil.
Deseo torcer a la diestra y entrar en la Avenida Columbretes en busca del kilómetro 25 pero el viento del Norte de nuevo golpea a proa. La animación del Patronato de deporte es un ruido de vigoréxicos siguiendo las órdenes de un capitán domador de un grupo cual manada de elefantes golpeando la sabana. No me animan. No me molestan. Estoy tocado pero aun no hundido. 
Que decir de las muchas caras conocidas que no dejan de llevarme en volandas en medio de la cabalgada solitaria en pos de la gloria o el averno.
Pasamos por la rotonda del Tombatossals para enfilar la avenida hacia el último transcurrir  por Maria Agustina.

Después del km 27 al girar para buscar la dirección hacia el Castalia veo a Albert parado en la calzada. Mi compañero y rival fuera de combate. No peligra su salud aparentemente por lo cual decido no parar y acelerar. Soy primero del club en estos momentos. Parece que una fuerza liberadora me lanza hacia el kilómetro treinta en el tiempo previsto. Poco más de 1h y 52' ( el tercer diez mil poco mas lento, por encima de 38'. Solamente me resta el ultimo cuarto de la carrera más entrenada del ultimo lustro. Y mantengo las pulsaciones siempre  por encima de 165 y por debajo de 170. Con momentos de 162.
Por la Ronda Magdalena no doy para más gozo en mi anatomía corredora.
Nunca puedo imaginar que después del treinta me espera un enemigo tan vil como demoledor: el hombre del mazo. 

Este mal nacido metabólico me atiza con una descarga tan brutal como invalidante. Mi ritmo cae en picado a partir del treinta y uno. No se si son  mis piernas o mi cerebro. La máquina se resquebraja y el rendimiento cae al abismo de las tinieblas, donde dicen que reina el mismísimo Hades legendario. En el mismo inframundo de las sensaciones y el poder.
Se acaba el todopoderoso atleta que se pavonea marcando pasos de paseo militar sobre el circuito urbano de Castellón.
Subiendo por la Avenida Valencia hacia el 33 un ciclista amigo viene a ofrecerme de su bidón y de su soporte anímico. Es él, el mítico JB Romero:
-Va Damián que vas molt be; aguanta que tens a Albert i podeu anar-vos junts.
Como imaginar que el cadáver de mi amigo y compañero resucitaría y me sobrepasaría.
-Va Damián posat  darrere. Ara es quant hi ha que correr.
-Ja ho se…
-No puc, ja m’agradaria.

Juro que lo intenté. Pero el ritmo de los cuatro treinta por kilómetro no lo puedo mantener. Me quedo solo a merced de mis fantasmas más implacables.
Damián Oliver Benlloch se convierte en un ser vulnerable a merced del demonio de la voluntad. Su fortaleza física y mental se diluye en los siguientes kilómetros. Por la plaza de la Paz y Puerta del Sol, camino del 35 el reo condenado a muerte discurre garrote hacia el patíbulo vil;  no dejo de arrastrar mis cadenas en pos de un final interminable. Mi tercer gel no puede taponar la vía de agua. Me hundo irremisiblemente, como el Titanic después de la embestida.

Pasado el 35 después de recibir los ánimos de Isa, Rafa Miranda y Belen vienen la dos advertencias a modo de sentencia  del gran Maestro Don Rafael Artero, Falín:
-Dónde te has metido Damián?
-A partir de ahora todo es coco…
Y vaya si lo es. Pero al revés. Tanto que la cabeza ya no piensa. Ya no analiza. 

Soy un muñeco de trapo a merced de la acera. Cual borracho enajenado volviendo a casa después de haberlo perdido todo, hasta la casa. Sin siquiera derecho a un lecho para caerse muerto. No es querido ni  en el calabozo ni siquiera en el hospital. La acera acaba siendo tu amigo más cercano y frío.

Mi ultima gesta es rebasar a la segunda mujer, una mujer africana de figura grande y carrera destartalada. Más pinchada que yo, acompañada de un ciclista entrenador o amigo.
Es mi ultimo estertor de muerte.
Todo esta concluido… Y la máquina se para…

Nadie me pasa, vuelvo a arrancar pero pensar en el final se convierte en un lastre tan monumental que mi ego muere en el acto víctima de su pasado.
-Alea iacta est! Y expiré. 
Llevaba 2 h y 13' de carrera y me faltaban poco más de 5 km para meta. A poco más de 4.45"/ km los últimos 5 km hubiera bajado de 2h 47'. Pero que fácil se escribe la teoría después. Si hubiera hecho ese cálculo mental. Pero mi cabeza no estaba para matemáticas...

Ya en limbo de la acera y caminando fuera del circuito se me aparece un ángel de la guarda. Mi gran hermano JM. Juntos caminamos hacia la meta para recoger el equipaje y exhibir mi derrota total. Con su habitual tono sosegado y analítico no tarda en soltar su gran verdad.
- Tu no estás fet per aquesta cursa. Jo te he vist com anaves i m’el he pensat. Molt agarrotat al final, massa potente i en masa zancada avans...
Lo que nunca podía imaginar es que lejos de acabar el martirio; este solo había hecho que empezar.
Mi penitencia y escarnio publico se prolongará hasta que en la siguiente carrera demuestre que estoy  preparado. 
Solamente fue un error de planteamiento. Un error de calculo. Un error de ritmo.
En fin; corrí demasiado rápido al principio, para pararme demasiado rápido al final.
Sevilla será la segunda parte triunfal de esta representación en dos actos.




martes, 29 de julio de 2014

RAMON, ESE GENIO, ESE SUFRIDOR. SERAS ETERNO DESPUES DE ESTO. ¿POR QUÉ?

RAMON, ESE GENIO, ESE SUFRIDOR. 
SERAS ETERNO DESPUES DE ESTO.
¿POR QUÉ?

BURRIANA- SANTIAGO DE COMPOSTELA 14-28 DE JULIO DE 2014.

Nadie como tú Ramon Peris Granell. 
Que fácil es decir: 
lo conseguiré… si luego no estás ahí, al borde del abismo. Cayendo pero sin desplomarse, bordeando el precipicio. Acompañado en la soledad del corredor de fondo -muy lejos en la distancia pero tan cerca del corazón- por la familia y los amigos virtuales de las redes sociales y del club Amics del Clot.
Que grande Ramón. Nadie como tú tiene esos cojones; esa soberbia y esa humildad para someterse a un castigo tan brutal como dignificante de la especie humana. Tan necesitada de valedores de la raza como tú, campeón. 
Tu trofeo no está en los libros, ni siquiera se ha inventado. Lo acabas de parir con dolor.
Tu cruzada es contra ti mismo… contra el dolor… contra la indiferencia…contra lo fácil…contra lo cómodo… contra lo terrenal… contra el sufrimiento… contra lo mortal… contra lo efímero.
Tu no corres por la Gloria, ni el poder, ni la efeméride, ni la vanidad, ni el reconocimiento. Tu corres por mucho más. Tu corres buscando a Dios.
Que grande en tu miseria Ramón. Porque todos somos miserables mortales; aunque de vez en cuando esos mortales hacen gestas que elevan su espíritu al nivel de Dios.
Tu ejemplo, tenacidad, constancia, esfuerzo, abnegación y desprendimiento me conmueven; Ramón. 
Creía conocerte un poco. Cuan equivocado estaba. Ni de lejos podía imaginarme que podías ser tan grande.
Lo que has hecho, como  lo has hecho y porque lo has hecho me ha demostrado que apenas te conocía.
Ahora, después de esta hazaña creo conocerte ya un poco, aunque solo un poco. No me atrevo a decir que me aproxime a pensar si quiera aproximarme en tu altitud de miras ni  en  tu profundidad espiritual. 

Para mí ahora sí que eres el “Nostre Senyor “ de entre los hombres de hoy.







sábado, 22 de marzo de 2014

REFLEXIONES SOBRE LA MARATÓN DE BARCELONA. Domingo 16 de Marzo de 2014.



Volver a la rutina del entrenamiento atlético, después de año y medio; cuesta y mucho.
Si no lo haces desde Agosto de 2012, un poco mas.
No es lo mismo ir picoteando actividad física de tu agrado durante la semana y algún exceso leve el fin de semana, que meterse de lleno en la disciplina de series, rodajes, cambios y acondicionamiento físico. Entre otras cosas porque la rodilla derecha no me permite grandes alegrías. 
Si un día le doy un poco de barandel; por la noche, o al día siguiente toda ilusión de seguir se desvanece en forma de dolor e incapacidad funcional. Ese dolor insidioso, sordo que te lleva a evitar la carrera o la bipedestación mantenida e incluso la flexión. Por qué no decirlo, menuda putada para un machaca de primer nivel que para colmo es Capricornio.
Es verdad que mi vida está estructurada para entrenar. Si  no lo hago parece que el rendimiento intelectual y social baja de forma exponencial; la mala leche y mi productividad como padre y marido ejemplar desciende a grandes rasgos.
Pero mi rodilla derecha -al igual que les sucede a muchos de mis pacientes añosos de la consulta traumatológica HP- parece que me está llevando hacia un grado de depresión existencial que no es para nada recomendable en un varón de cuarenta y cinco años. Sin horizontes de futuro más allá de la rutina y la mediocridad.
El tema de vivir sin correr no acabo de asumirlo. La vida deportiva a pedales tampoco quiere instalarse de momento aún, a pesar de la compra de una bici de segunda mano de carbono.
Los paseos intensivos, aunque los entrené en verano; los veo para un largo plazo jubiloso de ocaso existencial. 
Y de repente ocurrió. Comprendí un buen día que mi entesitis rotuliana no es una lesión lo suficientemente grave para retirarme.
Sabía por la teoría que la electrólisis intratisular percutánea está muy indicada en este tipo de patología y así decidí ponerme en manos de Ramón Peris. Después de varias sesiones me animó a entrar en dinámica de comenzar en la rutina del entrenamiento.
Ya no habían excusas. Decidimos hacer sólo series largas como máxima exigencia.
Y vaya si me costó. Con dolor, con momentos de tener que parar, andar en medio de la noche y cruzarme con caras del pasado. Mucha comida de tarro pero siempre hacia delante. Lo que no te mata dicen que te hace más fuerte.
Me acuerdo los primeros cambios que intenté por el carril bici hacia Almazora,  más allá de los 4.30" por km y vaya si costaba. No entraba en tiempo ni forzando la máquina.
Mis primeras series largas de cuatro mil. Vaya esfuerzo titánico para no hundirme en la miseria mental del esfuerzo estéril.
Pero soy duro de pelar y una noche sentí de repente que el poder me estaba volviendo. Tenía ganas de mandarle un mensaje a mi físio para decirle que sí, que el dolor de las sesiones con las agujas electrificadas tenía sentido.
Una noche, comprendí que estaba volviendo. El coche, ya veterano por el uso, estaba recuperando ritmo.
Lo peor es esa sensación de fórmula uno rodando por los circuitos con  velocidad punta de cien. Sabiendo que el mismo vehículo lo has puesto a trescientos un par de años atrás. El mismo coche con dos marchas menos es bastante tedioso.
Y al fin y a la postre; como decía mi viejo jefe el Dr. Martí, todo está en mi cabeza.
Días de molestia, noches de despertarme de madrugada con dolor y cada vez los rodajes más ligeros  y las series a mejores tiempos. Hasta que una tarde comencé a bajar de cuatro en las largas y hacer cambios en los rodajes largos, para aproximarme a 3.40". Ya en los miles gusté del acelerador y me atreví con el pedal a fondo para bajar de 3 minutos en los últimos 50 metros.
Aquel final de 15 km a 4.20" para rematar una recta de avenida espléndida,  me hizo comprender que los deberes estaban haciéndose bastante bien.
Y llegué a la última semana. Once semanas después.
Hay que seguir atendiendo a enfermos en la consulta y en el quirófano con lo que supone de dolor de cabeza, preocupación y desgaste físico y mental. Hay que seguir ayudando en casa, atender a los niños y la familia. Esta maratón puede que agote más que la verdadera.
Nunca llegué a los 100 km, máximo 95 km en 5 sesiones.
Casi como Sebastian Coe; uno de los mejores mediofondistas de la historia del atletismo mundial, que presumía de no exceder de 80 km semanales en sus entrenamientos de carga.
Conviene no lesionarse o todo el trabajo del presente 2014 puede venirse al traste.
Vuelven los dolores en la unión rotula-tendón  de mi rodilla derecha. Hago unas últimas series de  mil, en cantidad de seis, cinco días antes. Son mis primeros y últimos miles antes de la prueba.
Rozo el riesgo pero lo supero.
Días de descanso incluidos. Llegamos por fin al viernes 14 de marzo.
El viaje en el tren con toda la familia y las maletas.
Nos plantamos en Barcelona. Esta vez no como Martinez Soria, ni de Rodriguez ante el peligro de la gran ciudad.
En el barrio del Born. Precioso el ambiente y la sensación de costumbrismo bohemio que desprenden las calles estrechas y viejas tanto como la Barcelona medieval.
Junto a la catedral del Mar de la novela de Ildefonso Falcones;  en el mismo Paseig del Born la tienda de ultramarinos "Tot al Born"  nos sirve para abastecernos de todo tipo de alimento para subsistir durante nuestra estancia en la ciudad Condal.
La mañana del sábado amanece soleada y fresca, con esa temperatura propia del final del invierno y principio de la primavera.
Las ocho y media es una hora más que buena para probar in situ las sensaciones de correr sobre el asfalto de la capital que será coronada al día siguiente con la disputa de la prueba de Filípides. Va a traer a fondistas del resto del país, del continente, e incluso de fuera del mismo. Humanos maratonianos de la esfera terráquea. Para constituirse- según las recientes estadísticas especializadas- en una de las cinco maratones más prestigiosas del mundo.
Las piernas van solas y sin quererlo se ponen a rular a ritmo de la prueba, por debajo de los 4.15" por kilómetro. Aunque la rodilla derecha molesta como si de una cascarrabias se tratara, pude disfrutar de agradables vistas del Port Vell y de la playa de Barcelona, cruzándome  con gran cantidad de corredores que también calientan motores y sueltan tensiones para el día siguiente.
Me faltó un lugar guapo para estirar, que hubiera sido junto a un parque, el mar o la terraza de los apartamentos, pero quizás las prisas y el deber de padre de familia y jefe de expedición, me privó de uno de los placeres, más gratos del corredor que ya ha cumplido con el trabajo duro y se dedica a saborear las endorfinas generadas, tensando los músculos en posturas agradables bajo el astro sol que acaricia las carnes prietas y esbeltas del guerrero antes de la batalla.
El zoo, la feria del corredor, el metro, el Camp Nou por fuera y el pateo por las ramblas con Damián consumen nuestro tiempo. Terminó el día antes con un té roibos en la terraza iluminada de arriba de los apartamentos frente a la luz lejana de las Torres de la Catedral del Mar.

Llego el día D por fin. La cuenta atrás ha concluido.
Desayuno de obligación para llenar el buche de carbohidratos forzados. La primera defecación, vestido ya con el chandal del club al metro donde los humanos solemos ir en manada para llegar a los mismos lugares a la misma hora. 
Carnes ya añejas curtidas por horas de entrenamiento y ropajes coloridos para ceñir las figuras de muy distintos pelajes y niveles.
Poco glamour, escasa vanidad, ausencia de ego, nula celebridad. Mucho currante aderezado por marcas de Running de más de cien euros en los pies.
Pintas de pieles más secas que tersas y bronceadas más que pálidas. Poco guapo, poca colonia. Poca fama, mucha viajero de otros lares urbanos de calado mundial. Prendas algo ridículas para los demasiados años de sus poseedores. En busca del elixir de la eterna permanencia en los ruedos populares de la competencia atlética.
Un par de princesas de la noche que flirtean con el lado oscuro del inframundo, casi tambaleando se al bajar las escaleras del suburbano. Todavía presas de los efectos de brebajes enolicos  consumidos en  distintos antros  de perdición a precios desproporcionados. 
Señores y señoras normales atrapados por la marea de maratonianos que se dirigen a la Plaza España para enjaularse en una salida tan masificada como jerarquizada por el poder de sus piernas contra el cronómetro.
Buscar la Guardarropía para dejar la mochila ya desprendido del chandal para templar los cuádriceps bajo el frescor de la mañana. 
Son casi las ocho menos diez.
Segundo apretón de la mañana. Hay que soltar lastre como sea. Las colas frente a los Wc químicos prefabricados son de más de cien personas y otros tantos cientos de metros.
El hombre primitivo busca la montaña de Montjuit para abonar sus tierras con la materia de sus entrañas.
Escaleras y más escaleras junto al palacio de la vieja exposición mundial del siglo diecinueve.
Contra corriente. Buscando los matorrales adecuados para la privacidad y la huida de las visiones indiscretas.
Y la solté, en poco menos de diez segundos. Ya estaba el trabajo sucio. 
Ahora sólo me tengo que preocupar de calentar y ubicarme en la salida para mentalizarme de que aquello  ya no tiene más escapatoria que correr como un cobarde durante más de cuarenta y dos kilómetros si no quiero morir como un valiente. Dicen que los cementerios están llenos.
Demasiado tarde para huir. Demasiado temprano para escapar de mis miedos.
Aunque dicen los que el verdadero mérito del maratoniano es llegar hasta salida, lo demás ya se hace por inercia.
Salimos andando. El mogollón no te da otra opción. Al cruzar el arco azul  de Zurich y pisar la alfombra se activa el chip y aprieto el cronometro del GPS Garmin de mi muñeca derecha.
Ligero descenso y giro a la izquierda por la calle de La Creu Coberta, bordeando la fuente del centro de la rotonda de la Plaza España.
No voy rápido. Tampoco me dejan. La multitud es inmensa. No se si hay más gente dentro de la valla corriendo o por fuera mirando.
Primer km; cuatro minutos y veinte segundos. Lento. Comienzo a acelerar. Poco a poco me acerco a los cuatro minutos por kilometro.
Los prácticos de las tres horas se han escapado. Llevan grabado en una bandera amarrada a la espalda el tercer dígito y dos ceros.
Ya los cogeré. Es mi objetivo. Las tres horas. 
Ascenso tendido y sigo por el margen izquierdo para poder adelantar. Mi ritmo es cercano  a los cuatro minutos. Cinco kilómetros de carrera. Las libélulas aladas siguen delante.
Camp Nou y otra vez para arriba por Joan XXIII hasta la Diagonal.
Avda de Sarria y descenso para buscar la Estación de Sanz. El ritmo es de tres treinta por momentos. Brutal.
No hay rastros de Marta entre la multitud de la calle Tarragona. Cuarenta y un minutos de carrera.
No es hasta La Gran Via de Les Corts Catalanes cuando doy caza a mi obsesión. Pero son varios los que marcan las tres horas. Los tengo que pasar a todos. Esquizofrenia total. Algunos corren  cincuenta metros por delante. Vaya misterio. Quien es el de verdad. Quien de ellos cruzará la meta en tres horas justas.
Después del kilómetro quince los he pasado a todos. 
Paseig de Gracia tambien pica arriba, dirección hacia el monte del Tibidabo.
Voy cascado pero bien. Rodillas perfectas. Sol y calor. Gorra naranja con la visera hacia atrás por la ligera brisa contraria en las previas avenidas favorables. El cordón negro tocándome las narices. Ya entiendo porque se buscaba gorra nueva para el club.
Templo de la Sagrada Familia, tuerzo el cuello hacia la izquierda para mirar las torres de Gaudí. Es un homenaje escaso pero sentido al genio. El sol ya esta muy alto
Primer punto complicado. La Avenida Meridiana. Ida y vuelta. Los sub 2.45 se nos cruzan de frente. Van estirados. Nada que ver con el pelotón que peleamos por las tres horas. Es un batallón  sin fin.
Ya he pillado al tipo que creo me va a guiar. Camiseta verde de tirantes . Musculatura de trabajo y fibra buena. Paso firme y buen control de la pisada.
Rambla de Prim. Ya han caído 25 km. El hombre del mazo aun no me ha golpeado.
El ritmo es uniforme- desde los 4.08 hasta los 4.14 por km.
Sigo bebiendo en cada avituallamiento. Hasta powerade. Ese brebaje azul de la organización que parece más para motores que para estómagos. Hay muchas perdidas por el calor. 
Yo voy a gusto, pero las alianzas son inestables y muy cambiantes los compañeros de viaje. Delante hay un payaso chillón que va sobrado y no para de gritar y decir animaladas. Hasta nos enseña el culo. Creo que está sentenciado. La maratón te mata en silencio, no te digo como te pongas a gritar. Muerte súbita.
Segundo punto complicado en el mapa; Diagonal hasta Glorias ida y vuelta, desde el 26 hasta el km 31.
Discurso y folclore independentista incluido en el billete del viaje. Bailarinas que deben estar buenas, no tengo tiempo ni de recrearme.
Corredores variopintos. Hasta un sexagenario que corre más
con la mente y los brazos que puede con las piernas. El ritmo lo está consumiendo a fuego lento. Va a entrar en el territorio de Hades y no le queda mucho.
Los zombies están preparando su aparición. La transformación se producirá  camino del mar. El sol castiga hacia el mediterráneo  hacia la Avenida Litoral. Mi próximo objetivo mental son las torres gemelas que ya diviso en el horizonte al sudeste.
Giro a la diestra y enfilamos la calle Marina. Es el 35. Aquí empieza mi verdadera carrera o puede que termine si se ensaña conmigo el hombre del mazo. 
Pero no, voy bien. Los cadáveres ya están en la cuneta. Problemas musculares, calambres y demás afecciones de los mortales. Pero yo hoy soy sobre o inhumano. No hay dolor. 
Solamente la cadera derecha se manifiesta herida en su cara anterior por una molestia inguinal que me deja correr pero con dolor, ya desde el km 20. Las escaleras de Montjuit creo que son culpables.
Paseig de Pujades hacia el 36. Allí esta la familia. Me animan.
-Como vas? Voy bastante bien.
Arco del triunfo. En multitud. Triunfal pero casi en reserva. Puede ser la entrada al infierno. 
Plaza Cataluña hasta la Catedral. Un espontáneo de Burriana me anima y corre a mi lado. Es como los aficionados en un puerto del Tour. Aquí no hay rampas. Solamente se avecina la montaña mental del km 40.
En la vía Laietana ,camino del 39, me entra un bajón. El único superviviente de las tres horas, con la alas desplegadas, me da caza. Por un momento doy por bueno acabar sin más. Mentalmente me rindo ante la posibilidad de hacerlo en más de 3 horas.
Hay un chaval experimentado que se mete a nuestro lado en bici y como psicólogo lanza proclamas del estilo:
- Ahora viene lo que habéis estado entrenando con tantas ganas. No hay que quedarse ahí.Hay que salir para acabar con buen hacer. Hay que echar de oficio y bemoles para no hundirse. El precipicio esta tan cerca. Te puedes asomar para verlo, pero cuidado.No hay que caer.
Giro a la diestra para entrar en Paseig de Colón. 
Isa y Damy me dan ánimos. Se han marcado un carrerón para poder estar allí y volver a animarme.
Hasta la estatua del marino universal voy contemporizador, pero al girar de nuevo hacia la diestra y enfilar la Avenida del Paralelo mi mente acaricia la posibilidad de cambiar. Acelerar y cazar al cazador. Los ojos del Tigre se oyen en megafonía. No puedo fallar. La sexta esta disponible y la voy a utilizar. Consigo adelantar a la presa. 
El último kilómetro siempre es un estímulo, mucho más cuando llevas 41 en tus piernas.
Giro a la izquierda por la Plaza España y la meta al Fondo galopando por la Avenida de Maria Cristina. 
Por primera vez en mis tres maratones , siento algo especial.
He conseguido el objetivo. Me ha costado. Lo he sufrido pero lo disfruto mas que si hubiera hecho plusmarca personal. Todo está en el coco.
Paro después de cruzar la meta en 2.58. Puedo andar. La cojera de la cadera derecha es evidente pero no invalidante. Ahora ya podría hasta pedir la silla de ruedas o la camilla.
Lo que vino después, pues ya se sabe, dolor y cansancio hasta meterme en la cama. Aunque aún menos de lo esperado.
Así es esta prueba. Te vuelve a matar pero tu te empeñas en resucitar y al final, a fe que lo consigues.