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viernes, 2 de septiembre de 2011

Les fonts de Eslida. Un triunfo esperado y deseado



Sábado 13 de Agosto de 2011.

LES FONTS DE ESLIDA. UN TRIUNFO ESPERADO Y DESEADO.

Es mi primera participación y ya van por la quinta edición. Volta a Les Fonts de Eslida. Carrera de montaña de perfil corto y corredor.

Para el aficionado poco experto, correr en rampas de ladera montañosa que superan con gran facilidad y reiteración el cuarenta por ciento es poco más que una utopía y se convierte en un obstáculo técnico insalvable o una imposibilidad física y biomecánica que no plantea más opción que andar en lugar de correr. ¿Podemos seguir llamando a la prueba “ corredora” ?

Distancia “corta”, 15 kilómetros. Medias de menos de cinco por kilómetro. Comparada con otras pruebas de la misma modalidad de montaña; rotundamente sí.

El mundo de las sensaciones es un universo demasiado privado y personal para exponer aquí, aunque me voy a esforzar en dar algunas pinceladas.

Deseo voraz de años de evolución. Territorio muchas veces explorado y entorno sobradamente conocido desde mi infancia.

Fecha complicada por lo retrasado en la temporada. Fuera de mi periodo de competición en muchos años previos. Mucho calor y ganas de hacer algo más corto o diferente, sobre todo cuando en temporadas anteriores he participado en dos carreras largas, maratón y MIM que han costado muchos meses y demasiados kilómetros de preparación que supone otras tantas horas de desgaste físico y mental.

Este año al renunciar a las dos largas y el haber estado lesionado casi un mes en el mes de mayo, estando al menos dos meses sin competir; me ha posibilitado el plantearme poder llegar.

Renunciar a las carreras cortas de asfalto de verano no me ha costado ningún esfuerzo. Cada vez me gustan menos, a pesar de que el mes de Julio no fue caluroso y sí especialmente lluvioso.

El otro gran obstáculo mental y de trabajo fue el preparar como organizador la X Volta al Clot de Burriana.

Han sido muchas horas de reuniones, teléfono y ordenador. Mucho estrés y otros tantos sinsabores, luchando contra el reloj de forma lenta y en solitario. Es justo lo que menos me ha gustado de mis vacaciones de verano. Estropeadas por tal motivo.

En este contexto decidí una mañana pagar los doce euros en Evassion Running de Castellón.

Los entrenamientos debían seguir. Después del gran momento de forma montañero que demostré en el Bartolo, un mes antes; debía solo mantenerme. Así lo hice.

Aunque mantener un motor de tantos caballos significa salir a rodar por rampas que tienden a superar la mitad de la vertical dos o tres veces por semana y planear por asfalto a menos de cuatro treinta.

Sin series, pero con castigo físico evidente. Mentalmente no es tan duro como en otras ocasiones. Al revés, disfrute por las sendas como una cabra ibérica.

Dos semanas después del fin de vacaciones. Guardias localizadas a días alternos. El día previo a la organización de la volta al Clot.

En fin, demasiados obstáculos para triunfar. Sin embargo el premio lo tenía asegurado. Una escapada por mis montañas queridas.

El día en cuestión comienza a las seis de la mañana. La vecina del rellano va al trabajo. Es sábado 13 de agosto. El día es bueno.

En Eslida son ya poco más de las siete y diez cuando aparco el Pathfinder en la calle de arriba del Bar Paquita. Café en la barra. El ritual sigue con la segunda defecación pre-competicional para soltar lastre. Ya estoy limpio. El GPS no funciona. Tendré que correr guiado por el crono pelado sin más. Ni pulsaciones ni distancian i velocidad. Solamente sensaciones.

Creo que me conozco el terreno demasiado. Hasta el tiempo que voy a hacer. Bajar de una hora doce. He mirado el tiempo que hizo Miguel Mateo el año pasado y le he restado el pico para el minuto.

Me coloco bastante delante. Hay muchos galgos . No sé si soy digno de avanzar tantas posiciones. No me acabo de creer que vaya a funcionar mejor que esas carrocerías tan jóvenes y bien conformadas.

Cohete de salida. La liebre galgo por excelencia sale desbocada. Toma la delantera sin oposición. Es Vicente Calvo del Mur i Castell de laVall. Lleva acoplada al cráneo una gorra blanca de Kalenji para marcar bien la cabeza de la prueba. Va a por el record de la prueba. No tiene oposición. Corre en otra liga.

Los mortales formamos un grupeto perseguidor. Duplas, Ebri, otro del Mur i Castell y otro galgo corredor conmigo; somos un quinteto de mucha dureza y experiencia.

Yo estreno equipaje nuevo a cuadros blanqui-naranja de Amics del Clot combinado con las nuevas mallas cortas y el logo de la Torre del Mar en la espalda.

Asfalto callejero dentro de Eslida, plaza del Bar Nou, descenso entre calles estrechas que van a conducir a una pista asfaltada con las marcas amarillas y blancas del recorrido. Siempre favorable. Voy detrás de los jefes del grupo, en tercera y cuarta posición de carrera.

Senda a la diestra que se mete de lleno en la montaña. Ladera empinada de dificultad moderada y pendiente exagerada. Zig zagueando para eludir la vertical. Tomo la cabeza del grupo.

Persigo a Calvo. Hasta le recorto terreno. Es una locura. En fila de a uno. Los espectadores encima, desde arriba y el fotógrafo inmortalizando el momento.

A la salida a la pista de tierra roja de rodeno se suaviza bastante la pendiente.

El grupo perseguidor se reagrupa. Vuelvo a sentirme arropado. Senda hacia abajo dificultad media, excavada en rodeno y bosque de pino y alcornoque. Toma Mur i Castell la iniciativa. Ebrí viene desde atrás como un potro desbocado.

Pronto nos da alcance y nos rebasa dejando tierra y roca de por medio. Pero aquí el menda va de sobrado y quiere exhibirse.

Me coloco detrás en marcaje estricto al hombre. En la senda de Castro a Matilde el terreno se atraganta de nuevo. Las rampas cortas asesinas vuelven a dejar sin aliento a mi perseguido.

No me queda más remedio que ocupar su posición y seguir otra vez segundo absoluto de la prueba. La senda es caprichosa y rompe-piernas. No se puede tomar velocidad. Hay que meter reductora y tratar de no desembarrancar. No salirse del carril y renunciar a las vistas elevadas de Eslida al fondo de estribor.

Descenso peligroso sin agarre y curvo. Excesivamente corto. No da tiempo a los buitres para lanzarse por la carroña.

Fuente de Matilde y asfalto que mira hacia arriba. Se pisa firme pero con poco oxígeno. Duplas y pareja se desmarcan hacia delante. No quiero ni puedo perseguirlos. Me juego la anoxia y el tío del mazo no me tienta demasiado. No es mi guerra.

Me queda aguantar la subida más dura por la senda del Castillo. Psicológicamente es el hito que hay que superar para poder pensar que lo más dificil ya ha pasado.

Llevo a Ebrí comiéndome los talones. Las pendientes son otra vez de locura si se quiere seguir corriendo. Eses para no avanzar apenas. Es una tortura que hay que tragar con cuchara pequeña y paladear sin agua. Espesa, muy espesa la papilla para conducirte al umbral del tormento cruel del corredor de montaña.

Consigo distanciar a mi perseguidor aunque no estoy para muchas alegrías. Mi cerebro no entiende porque hay que trabajar con tan poco alimento .

Arriba nos lanzamos hasta la pista de rodeno que nos lleva a la fuente de les escaletes. Ahora hacia abajo. Me temo que mi perseguidor pronto me dará caza en su terreno. Pero no. No hay tanta pendiente favorable para lanzarse, es más bien un llano a favor de corredores con mucha zancada. Ese soy yo.

Le mantengo la distancia e incremento la moral a base de robarle segundos al crono.

La próxima senda va por el cauce de una torrentera con mucha piedra y cuesta arriba. Nueva reducción de velocidad y fuerza en el tren inferior para seguir corriendo. Un nuevo atleta de los que me gana siempre me adelanta. Estoy quinto ahora. Ebrí ni lo intenta. Va atrancado en sus marchas cortas. El nuevo descenso de pista se hace a tumba abierta. No tengo suficientes caballos para seguir al potro salvaje. Consigo recortarle en el próximo kilómetro. A punto estoy de darle alcance en un error suyo. Finalmente en la última cuesta me mantiene a raya. Ya en el descenso hacia la fuente de San José pone la tierra por medio definitiva para que mi vista ya no tenga tentaciones de cogerlo.

El terreno es de marrón rojizo rodeado de verde intenso, bajo un sol estridente. Rambla y ralentización técnica. Cuerdas que no son tan fieras como las pintaban en las historias previas. Penúltima fuente en sombra y senda que no te permite volar. Fosques por fin. Descenso de asfalto brutal de casi doscientos metros. En el retrovisor se me acerca el de Cuarenta y dos y pico- no de edad- sino de club.

Activo el KERS y el descenso para tomar el asfalto de la carretera de entrada al pueblo me catapulta hacia el arco de meta con mucho poder y en solitario.

La emoción en forma de temblor y sudor me hizo chocarla como un alcohólico a Vicent Domenech. Una hora once minutos y veintinueve segundos. Hasta en el tiempo lo había acertado. Quinto absoluto y primer veterano.

Había ganado a dos atletas seniors del pódium del Bartolo, la última carrera de montaña.

Conseguí la perfección. Cuidado con lo que deseas. Dónde está el límite…

lunes, 15 de agosto de 2011

PASEO POR LA CUMBRE DEL BARTOLO

Domingo 10 de julio de 2011.

Las cinco de la madrugada de un sábado de verano, en plenas vacaciones. Parece una hora como mínimo atípica o intempestiva.

Si el día anterior por la mañana te has hecho como yo 70 km en bicicleta, subiendo dos puertos de montaña y por la tarde te has ido al cine y has cenado comida rápida con tu familia; parece algo complicado acostarse temprano y más difícil todavía - en el caso de conseguirlo- poder conciliar el sueño.

El resultado; en la cama a las once de la noche y dormirme casi a la una y media.

El despertador suena menos cruel de lo pensado. Todo está ya listo. Hasta las tostadas colocadas en la sartén para solamente tener que darle a la tecla de la vitrocerámica con las legañas.

Con José Alberto a las cinco cuarenta y cinco llego puntual a bordo del Pathfinder en frente del portal del Grao.

Ver la carretera al volante y ver los primeros rayos del sol vestido de naranja y de corto es poco habitual.

La decisión más difícil es ponerme las tobilleras debajo de los calcetines. Además estreno el Compresorsport en los gemelos.

Gente que termina la marcha del sábado con cara de penosas circunstancias es bastante habitual en esos momentos.

Más en Benicasim donde la marcha aún no ha terminado.

Rodaeta y hasta calentamiento en cuesta y por montaña.

No me encuentro nada fino. Antes bien algo pesado e incómodo con tanto material de protección en los pies. Las zapatas, Cascadia 5 de Brooks tampoco es que sean para acelerar como el Ferrari.

Vicente Borja de Amics del Clot y José Alberto, los demás durmiendo en sus casas.

Arco de salida poco concurrido. Lectura homenaje a Irene Edo por una muerte tan inesperada como legendaria.

Cohete al cielo que por poco se queda en el suelo.

Salida en llano y asfalto. Los dos galgos principales de la volta al Terme marcan el camino. Giro a derecha y ascenso por la ruta Jacobina que hice hace un par de semanas.

Pista hacia arriba de piedras y grupo compacto delante. Somos al menos diez unidades. Yo me mantengo bastante arriba, sobre todo cuando más sube el suelo. Cruce de la carretera de subida al desierto y senda a izquierda para llegar a la explanada del convento y los parapentes.

La senda se alterna con pista siempre hacia arriba.

En el horizonte y arriba en el cielo, las antenas del Bartolo. Qué lejos e inalcanzable me resulta.

Parece imposible que en más de media hora estemos pisando su cumbre. Hay que ser más que humano, más que mortal, más que de hierro para conseguirlo.

Consigo ponerme delante, aunque solamente sea por complacer al ego campeón que brota del pasado. Es testimonial, solamente unos minutos de exhibición. El ritmo y las rampas pueden acabar conmigo si sigo con ese plan de ataque. Asesino o suicida.

Doy el relevo. Somos seis en cabeza. Primera senda super técnica y vertical. Entro en sexto lugar detrás de un chaval de verde. Nos quedamos cortados.

Hasta aquí mi aventura con el grupo de cabeza. Los galgos tienen demasiada hambre.

Primer avituallamiento. Yo sé que no me debo cebar y corro con cabeza, aunque aun voy bastante sobrado.

Una señora con la muleta operada por mí me mira incrédula, no sé si me ha reconocido.

Agua e isotónica. Cojo al primer galgo descolgado y el de verde que me espera para que le bajen las pulsaciones.

A partir de aquí nos aliamos en tándem y subimos senda y pista hasta las crestas del Bartolo.

Me concede el honor de entrar primero en la zona más técnica y lenta de la carrera.

El ascenso de escalador me hace ganar distancia con mi perseguidor. Cuando el perfil se normaliza; aunque persisten las rocas y la montaña en estado puro y salvaje, me da alcance mi aliado de batalla.

-Detrás no nos cogen ni de coña. Me dice. Nos hacemos amigos y firmamos un pacto tácito de no agresión. Son instantes sublimes.

La niebla inunda la cumbre. La irrealidad mezclada de sutil frescor en el ambiente da un clima de auténtico misterio y aventura que en todo el año no he experimentado. Sobre todo porque el corazón va bastante tranquilo y poco desbocado.

Segundo avituallamiento, entre el personal médico se encuentra Jaime Serrano, el anestesista amputado.

Me saluda con la mirada. No hay tiempo para más.

Medio plátano, agua y más isotónica. Salgo de nuevo sin pedir permiso a mis contrincantes. Subida final de cemento hasta las antenas. Ya estamos ahí, en la cota más alta; cerca de los 800m del nivel del mar. El límite de la vista vertical plasmado en roca.

Cuantas veces he llegado ahí cascado de sol y con la digestión cerca del final. Más cerca de la hora suprema taurina que de la madrugada.

El cielo encapotado. No hay calor, si mucho sudor. Regulación absoluta en el mapa del motor.

Descenso de pista prolongado. Primero asfalto, después tierra. Calzada ancha. Sin dificultad, donde los bajadores pueden hacer alarde de aceleraciones extremas sin freno.

Vaya exhibición de un runner que nos da alcance. Cuando nos muestra sus cuartos traseros de enjuto magro y poca fibra, sin darnos opción a seguirlo; le da al botón del Kers.

Desapareció de nuestra vista y con ello se esfumó para siempre la quinta plaza.

Yo, con mi compañero verde de rostro joven y cuerpo ligero. Brazos endebles, zancada corta y fina. Rostro cansado y alma noble. En tándem le marco la trazada y el ritmo a menos de tres treinta por kilómetro.

Hasta por lo menos el kilómetro diecisiete, dos de pendiente endiabladamente favorable.

Queda el llaneo de asfalto del último avituallamiento sólido antes de acometer les Agulles de Santagueda.

Amparito la anestesista se sorprende en cuerpo y alma de verme tan delante en la carrera:

-Vas molt be, Damián, no?

-Sí, Amparo vaig molt be, massa be!

Senda a la siniestra en solitario, hacia arriba. Las piernas ya han detectado el cambio de marcha. Termino reptando con la ayuda de las manos y corono la última cota de montaña.

A partir de aquí. Sálvese quien pueda hacia el llano playero de meta.

El descenso sin ser de una pendiente excesiva está minado de piedras y curvas excavadas entre irregularidades siempre diferentes e imposibles de sistematizar por el radar de a bordo.

Suerte de las tobilleras. Me salvan la estabilidad para poder seguir corriendo. No sé si es correr lo que estoy haciendo o simplemente sobrevivir. La oreja puesta en retaguardia. No parece oírse a nadie. Con más miedo que vergüenza acaba la zona donde puedo dar con más facilidad con mis huesos sobre las piedras.

Llano por fin. Entre huertos, campings, encrucijadas de asfalto. A punto estoy de equivocarme. Suerte de un señor que me reconduce con la voz por el camino correcto.

Nadie detrás, nadie delante. Llego por fin al Voramar. Famoso restaurante y casa de alojamiento junto a la playa donde tanto soñé con la novela de Manuel Vicent. Tantas veces lo he rondado. Zancadas y la vista del deseo.

Solamente resta paseo marítimo. Acera ancha y bañistas de improviso. Recta demasiado larga. Tres cuarenta marca el reloj GPS Garmin de mi muñeca derecha.

De repente me siento atacado por un corredor de menor edad, menos galones y figura escuálida. No me queda más remedio que contraatacar para dejar bien claro que no me quiero dejar adelantar a pocos metros de meta. No me hubiera importado en otro tramo más difícil del circuito. Pero en mi terreno…

En meta ya está David Peral el anestesista. Me cabreo por no haber subido al pódium si la carrera hubiera sido organizada con las categorías habituales; veteranos para los mayores de cuarenta años y no de cuarenta y cinco. Así José Alberto, siendo el 23 de la general es segundo veterano y yo sexto, me quedo sin premio, cuando estoy seguro que fui el primero de más de cuarenta.

Le muestro al otro Damián Oliver. El alucina.

Lo demás, ducha con la ropa puesta de correr en el paseo, baño en el mar y espera larga. Siento un gran orgullo en mis entrañas. Quién me quita lo bailado. Aun me queda cuerda para rato.

martes, 22 de febrero de 2011

MOHAMED EL KE VOLA

Después del entrenamiento del Domingo 20 de Febrero no puedo dejar de maravillarme y dar gracias al gran hacedor por darme tanto poder.
Deslizarme por el asfalto soleado del invierno mediterraneo en manga corta es un privilegio altamente adictivo. Tanto que no puedo evitar dejar constancia escrita para los anales por si alguna vez me hago viejo. Volver a releerlo y volver a sentir lo que nunca dejaré en el olvido de las sensaciones.
Está claro que el día salió perfecto. Esos quince grados al sol sin nubes ni viento es una delicia que hay que sentir sobre la carne inmortal del corredor.
No hay nada que se le parezca y que a los cuarenta y tres años pueda experimentar con tanto gozo y a la vez con tanta hambre.
Yo que he tragado kilómetros más que Forres Gun no puedo dejar de extrañarme de manera tan grata porque esto de correr me siga maravillando como si fuera la primera vez.
Pues sí, fue casi mi primera vez que con el automático puesto me acercara a los cuatro minutos por kilómetros. Como el que tiene deseo de más y más durante dos horas y cuarto de carrera para devorar 30km.
Como el chaval que se pide un bocadillo para volver a comer en un par de horas.
Como el enamorado que mira y desea a la hembra joven libidinosa sin poder dejar de contenerte, como el montañero que acaricia la cumbre con la mirada, como el preso que se acerca al mar despues de diez años... así deseaba seguir. A ritmo constante el siguiente kilómetro y el siguiente...
Exhibiéndome en soledad, en silencio. Por los caminos rurales asfaltados, desafiando la pendiente ora contraria ora favorable.
Sin flaquear, sin pinchar, sin bajar, sin desentonar. Todo elegancia, moviendose la silueta de sombra vertical a ritmo constante, danzarin; acompasado por los brazos de forma rítmica, constante, eterna. Sin más pensamiento que el seguir, deborar, engullir el oxígeno para inflar el ego de nada que se pueda comprar, nada que se pueda palpar, ni vender...
Hinchar los pulmones de vida para dar vida al cerebro que no tiene dolor, solo placer y placer. Dónde está el dolor del corredor de fondo. Dónde su agonía, donde su sufrir.
Al final no puedes sentirte vulgar, miras a la gente y la ves como seres débiles, finitos, con problemas; mientras tu te sientes eterno, en gracia plena. Perdóname Señor.
Claro que esto no lo puedo decir, ni contar ni compartir, por eso tengo que escribirlo para siempre.
Y al terminar saludas al vecino que viene -con su placidez cargada de kilos de bondad- de pasear al perro y simplemente le comentas:
-Ya tenemos bastante para hoy. Mientras piensas; jamás olvidaré un poder semejante.
Y te vistes de flaco y te vuelves vulgar al bajar del escenerario.

sábado, 12 de febrero de 2011

CON LA CABALLERIA EN LOS TALONES

Volví a Sant Blai. Fue el pasado Domingo 6 de Febrero. Después de varios años ausente del Plà.
Poner mi figura a tiro de corredores más jóvenes o más rápidos es un ejercicio que no todo el mundo está dispuesto a practicar, sobre todo si lo has ganado todo y en demasiadas ocasiones en dicha plaza.
Una locura con cuarenta y tres años querer volver a ganar una carrera de asfalto abierta a todos los públicos, de 18 a 100 años, sobre todo si la distancia es solamente un pelin superior a los 1300 metros.
Sabiendo que varios jóvenes tri-atletas me la van a disputar, siendo que uno de ellos la ganó el año pasado.
Demasiado sufrimiento y nervios en el calentamiento. Muy garrote de patas y un flan en las tripas.
Calentamiento huyendo del centro. Disfrute cero.
Me encuentro con David Monfort, el segundo clasificado del año pasado y el único del club que me lo quiere poner difícil. Su aspecto no es de finura. Ya le tengo comido el coco. Unas aceleraciones por la calle carrera sin coches me hacen sentir más fuerte, también esta Franch y el triatleta ganador del año pasado. Sus cuerpos son de cuidado infinito.
Mucha chusma mal vestida en la salida. son los jovencitos amateurs que hacen que se salga como locos.
Así es. Demasiado atrás. Trato de pegarme al triatleta camino de la Tanda, curva peligrosa a izquierda. El GPS marca 2.55. El ritmo es picantito, David tira en el trío de favoritos pero el motor no da para más. Hay un escapado de camisa roja futbolera y pantalón de chándal, es de raza Mohamed y muy joven, muy por debajo de los diecinueve. En la última vuelta pequeña por el Plà me lanzo como verdadera bestia a por el, enfilo el Barranquet en segundo lugar, dejando atrás a los demás perseguidores, mientras el magrebí cabecea hacia mí antes de tomar San Agustín a la izquierda. Piensa que le puedo dar alcance. Delante, abre camino la moto de la policía con la sirena y vistosas señales azules intermitentes.
Mis fuerzas flaquean, aun me quedará la tremenda recta final de la Calle Mayor. Mi mente es más fuerte pero al final se impone la decadencia física.
Ahí se me va, y no solo eso, tengo el cambio atascado, no me entra la sexta. La caballería me recorta terreno, me los oigo en los talones. Aunque muera en el intento voy a conservar mi segundo puesto. Así lo hice con la complicidad de los gritos de mi madre. Por poco se le para el corazón. Mis hijos aprendieron otra lección de lucha y pundonor, de su padre.

sábado, 22 de enero de 2011

CUARENTA Y PODIUM

He cumplido un nuevo año de existencia. Ya son cuarenta y podium.
A los curenta hay que sumarle los tres puestos del cajón en el que me hallo últimamente.
Quién dijo que este año iba a ser sabático. Lo retiro, por favor, si alguna vez salio de mi boca tamaña afirmación.
Después de confirmar en Sagunto lo que eran meras sensaciones, ahora ya estoy en disposición de afirmar que voy a seguir triunfando en esto de las carreras. Ya no solamente de las carreras, incluso de los entrenamientos. Ya no voy solo a dos patas, ahora llevo un motor en el pecho que me hace deslizar con más facilidad, un poquito más veloz y mucho menos cansado. El motor se llama corazón y tiene conexión directa con un organo un tanto extraño llamado cerebro.
Tanto que la mente sueña con la eternidad del instante. El presente sobre el asfalto, bajo el sol es espléndido. Y no me he tomado nada, bueno un poco de café y entre semana una dosis de gimnseng diario que me ayuda a superar las pequeñas dificultades del camino.
No sé cuanta gasolina le queda a este motor, pero mientras siga aquí seguiré rejuveneciendo con cada día que pase, cada año que cumpla.






















al

jueves, 13 de enero de 2011

Preparado para volver sobre el asfalto en carrera

Con el nuevo año ya me hierve la sangre para volver a volar sobre el asfalto de la ciudad milenaria de Sagunto. El proximo domingo 16 voy a volver a batirme con mi sombra.
Las sensaciones en los cambios de ritmo de entrenamiento ya me han empezado a gustar.
Recuerdo el martes a las cuatro de la tarde contra el sol mediterraneo del paseo marítimo de Benicasim. Sobre la pulida superficie verde del carril bici. Reflejada mi sombra, perfectamente coordinada por el movimiento de brazos, me deleité mirando. Me deleité sintiendo, a ciento setenta pulsaciones la vida se nota de otra forma.
Nunca olvidaré esa recta, esa soltura, ese poder, esa relajación, ese volver...
Entre los troncos mágicos de los pinos volví a sentir la magia de antaño cuando un día conocí el paraje y enloquecí de libertad.
Hoy más allá de las tres he vuelto a convercer a mi ego de que para esto fui creado, para seguir corriendo. No sabré nunca hacia donde, pero mientras Dios me lo permita seguiré disfrutando del camino.
A pesar de mi debilidad intestinal vírica de hoy, he sido más fuerte y he vuelto a vencer.