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viernes, 2 de septiembre de 2011

Les fonts de Eslida. Un triunfo esperado y deseado



Sábado 13 de Agosto de 2011.

LES FONTS DE ESLIDA. UN TRIUNFO ESPERADO Y DESEADO.

Es mi primera participación y ya van por la quinta edición. Volta a Les Fonts de Eslida. Carrera de montaña de perfil corto y corredor.

Para el aficionado poco experto, correr en rampas de ladera montañosa que superan con gran facilidad y reiteración el cuarenta por ciento es poco más que una utopía y se convierte en un obstáculo técnico insalvable o una imposibilidad física y biomecánica que no plantea más opción que andar en lugar de correr. ¿Podemos seguir llamando a la prueba “ corredora” ?

Distancia “corta”, 15 kilómetros. Medias de menos de cinco por kilómetro. Comparada con otras pruebas de la misma modalidad de montaña; rotundamente sí.

El mundo de las sensaciones es un universo demasiado privado y personal para exponer aquí, aunque me voy a esforzar en dar algunas pinceladas.

Deseo voraz de años de evolución. Territorio muchas veces explorado y entorno sobradamente conocido desde mi infancia.

Fecha complicada por lo retrasado en la temporada. Fuera de mi periodo de competición en muchos años previos. Mucho calor y ganas de hacer algo más corto o diferente, sobre todo cuando en temporadas anteriores he participado en dos carreras largas, maratón y MIM que han costado muchos meses y demasiados kilómetros de preparación que supone otras tantas horas de desgaste físico y mental.

Este año al renunciar a las dos largas y el haber estado lesionado casi un mes en el mes de mayo, estando al menos dos meses sin competir; me ha posibilitado el plantearme poder llegar.

Renunciar a las carreras cortas de asfalto de verano no me ha costado ningún esfuerzo. Cada vez me gustan menos, a pesar de que el mes de Julio no fue caluroso y sí especialmente lluvioso.

El otro gran obstáculo mental y de trabajo fue el preparar como organizador la X Volta al Clot de Burriana.

Han sido muchas horas de reuniones, teléfono y ordenador. Mucho estrés y otros tantos sinsabores, luchando contra el reloj de forma lenta y en solitario. Es justo lo que menos me ha gustado de mis vacaciones de verano. Estropeadas por tal motivo.

En este contexto decidí una mañana pagar los doce euros en Evassion Running de Castellón.

Los entrenamientos debían seguir. Después del gran momento de forma montañero que demostré en el Bartolo, un mes antes; debía solo mantenerme. Así lo hice.

Aunque mantener un motor de tantos caballos significa salir a rodar por rampas que tienden a superar la mitad de la vertical dos o tres veces por semana y planear por asfalto a menos de cuatro treinta.

Sin series, pero con castigo físico evidente. Mentalmente no es tan duro como en otras ocasiones. Al revés, disfrute por las sendas como una cabra ibérica.

Dos semanas después del fin de vacaciones. Guardias localizadas a días alternos. El día previo a la organización de la volta al Clot.

En fin, demasiados obstáculos para triunfar. Sin embargo el premio lo tenía asegurado. Una escapada por mis montañas queridas.

El día en cuestión comienza a las seis de la mañana. La vecina del rellano va al trabajo. Es sábado 13 de agosto. El día es bueno.

En Eslida son ya poco más de las siete y diez cuando aparco el Pathfinder en la calle de arriba del Bar Paquita. Café en la barra. El ritual sigue con la segunda defecación pre-competicional para soltar lastre. Ya estoy limpio. El GPS no funciona. Tendré que correr guiado por el crono pelado sin más. Ni pulsaciones ni distancian i velocidad. Solamente sensaciones.

Creo que me conozco el terreno demasiado. Hasta el tiempo que voy a hacer. Bajar de una hora doce. He mirado el tiempo que hizo Miguel Mateo el año pasado y le he restado el pico para el minuto.

Me coloco bastante delante. Hay muchos galgos . No sé si soy digno de avanzar tantas posiciones. No me acabo de creer que vaya a funcionar mejor que esas carrocerías tan jóvenes y bien conformadas.

Cohete de salida. La liebre galgo por excelencia sale desbocada. Toma la delantera sin oposición. Es Vicente Calvo del Mur i Castell de laVall. Lleva acoplada al cráneo una gorra blanca de Kalenji para marcar bien la cabeza de la prueba. Va a por el record de la prueba. No tiene oposición. Corre en otra liga.

Los mortales formamos un grupeto perseguidor. Duplas, Ebri, otro del Mur i Castell y otro galgo corredor conmigo; somos un quinteto de mucha dureza y experiencia.

Yo estreno equipaje nuevo a cuadros blanqui-naranja de Amics del Clot combinado con las nuevas mallas cortas y el logo de la Torre del Mar en la espalda.

Asfalto callejero dentro de Eslida, plaza del Bar Nou, descenso entre calles estrechas que van a conducir a una pista asfaltada con las marcas amarillas y blancas del recorrido. Siempre favorable. Voy detrás de los jefes del grupo, en tercera y cuarta posición de carrera.

Senda a la diestra que se mete de lleno en la montaña. Ladera empinada de dificultad moderada y pendiente exagerada. Zig zagueando para eludir la vertical. Tomo la cabeza del grupo.

Persigo a Calvo. Hasta le recorto terreno. Es una locura. En fila de a uno. Los espectadores encima, desde arriba y el fotógrafo inmortalizando el momento.

A la salida a la pista de tierra roja de rodeno se suaviza bastante la pendiente.

El grupo perseguidor se reagrupa. Vuelvo a sentirme arropado. Senda hacia abajo dificultad media, excavada en rodeno y bosque de pino y alcornoque. Toma Mur i Castell la iniciativa. Ebrí viene desde atrás como un potro desbocado.

Pronto nos da alcance y nos rebasa dejando tierra y roca de por medio. Pero aquí el menda va de sobrado y quiere exhibirse.

Me coloco detrás en marcaje estricto al hombre. En la senda de Castro a Matilde el terreno se atraganta de nuevo. Las rampas cortas asesinas vuelven a dejar sin aliento a mi perseguido.

No me queda más remedio que ocupar su posición y seguir otra vez segundo absoluto de la prueba. La senda es caprichosa y rompe-piernas. No se puede tomar velocidad. Hay que meter reductora y tratar de no desembarrancar. No salirse del carril y renunciar a las vistas elevadas de Eslida al fondo de estribor.

Descenso peligroso sin agarre y curvo. Excesivamente corto. No da tiempo a los buitres para lanzarse por la carroña.

Fuente de Matilde y asfalto que mira hacia arriba. Se pisa firme pero con poco oxígeno. Duplas y pareja se desmarcan hacia delante. No quiero ni puedo perseguirlos. Me juego la anoxia y el tío del mazo no me tienta demasiado. No es mi guerra.

Me queda aguantar la subida más dura por la senda del Castillo. Psicológicamente es el hito que hay que superar para poder pensar que lo más dificil ya ha pasado.

Llevo a Ebrí comiéndome los talones. Las pendientes son otra vez de locura si se quiere seguir corriendo. Eses para no avanzar apenas. Es una tortura que hay que tragar con cuchara pequeña y paladear sin agua. Espesa, muy espesa la papilla para conducirte al umbral del tormento cruel del corredor de montaña.

Consigo distanciar a mi perseguidor aunque no estoy para muchas alegrías. Mi cerebro no entiende porque hay que trabajar con tan poco alimento .

Arriba nos lanzamos hasta la pista de rodeno que nos lleva a la fuente de les escaletes. Ahora hacia abajo. Me temo que mi perseguidor pronto me dará caza en su terreno. Pero no. No hay tanta pendiente favorable para lanzarse, es más bien un llano a favor de corredores con mucha zancada. Ese soy yo.

Le mantengo la distancia e incremento la moral a base de robarle segundos al crono.

La próxima senda va por el cauce de una torrentera con mucha piedra y cuesta arriba. Nueva reducción de velocidad y fuerza en el tren inferior para seguir corriendo. Un nuevo atleta de los que me gana siempre me adelanta. Estoy quinto ahora. Ebrí ni lo intenta. Va atrancado en sus marchas cortas. El nuevo descenso de pista se hace a tumba abierta. No tengo suficientes caballos para seguir al potro salvaje. Consigo recortarle en el próximo kilómetro. A punto estoy de darle alcance en un error suyo. Finalmente en la última cuesta me mantiene a raya. Ya en el descenso hacia la fuente de San José pone la tierra por medio definitiva para que mi vista ya no tenga tentaciones de cogerlo.

El terreno es de marrón rojizo rodeado de verde intenso, bajo un sol estridente. Rambla y ralentización técnica. Cuerdas que no son tan fieras como las pintaban en las historias previas. Penúltima fuente en sombra y senda que no te permite volar. Fosques por fin. Descenso de asfalto brutal de casi doscientos metros. En el retrovisor se me acerca el de Cuarenta y dos y pico- no de edad- sino de club.

Activo el KERS y el descenso para tomar el asfalto de la carretera de entrada al pueblo me catapulta hacia el arco de meta con mucho poder y en solitario.

La emoción en forma de temblor y sudor me hizo chocarla como un alcohólico a Vicent Domenech. Una hora once minutos y veintinueve segundos. Hasta en el tiempo lo había acertado. Quinto absoluto y primer veterano.

Había ganado a dos atletas seniors del pódium del Bartolo, la última carrera de montaña.

Conseguí la perfección. Cuidado con lo que deseas. Dónde está el límite…