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domingo, 21 de marzo de 2010

Tomasista, Vouyer o Fetichista.

Está claro que el Jueves 11 de marzo del año 2010 entrará en los anales de mi historia personal como un nuevo hito en la conquista de nuevas sensaciones.
Gracias a Cristina y su laboratorio que nos consiguió unas entradas para ver una corrida de Toros en la feria de la semana de fiestas de la Magdalena.
La plaza de Toros de Castellón se convirtió en una atalaya desde la fila diecinueve para observar y endulzar a los sentidos.
Después de una comida anodina de mucha gente y ruido en los Maños, donde lo mejor fue la compañia de Isa y el arroz de bogabantes, llegamos al coso taurino apretujados y entre el gentio de tanta muchedumbre anónima.
En el fondo se respiraba ganas de ver algo grande. Se respiraba esos momentos previos a un acontecimiento imborrable para los sentidos.
Alguien iba a aparecer en mi vida por la puerta grande. Ya sabia quien. Desde la comida de Javier Moles me entusiasmó solo de oidas. Las azañas que había leido y escuchado del personaje solo eran posibles desde la premisa taxativa de la Maestría en estado puro.
El sol de las cinco giraba hacia el oeste para derramar su sombra hacia el este del ruedo.
Entrada de sombra por 48 euros. Cuando tomamos asiento sobre el duro adoquín, amortiguado por la almohadilla alquilada y sobada, el frio sol de invierno no se atrevía a calentar el rostro enfundando por lo las lentes oscuras de Vogue.
Paseillo y toque de clarines. Banda de fiesta para que el espectaculo de la muerte de los astados se mostrara con toda la naturalidad, precedida por la rancia liturgia de las figuras ataviadas con luces o campanillas, enfundadas en esos trajes ajustados tan artísticos como ridículos.
La tragicomedia daba paso a una figura sobrada de carnes y melena que llevando la muleta fucsia acometía el primer Jundilla de la tarde, ya en sombra.
Julio aparicio vestido de granate y oro daba cuenta con sus movimientos quasi grotescos de una estocada de relumbrón para encender al público con la petición y concesión de una oreja y vuelta la ruedo.
Lo verdaderamente impresionante para el que teclea vendría poco después. José Tomás en cuerpo y alma sobre el albero.
Lástima del animal colorado del segundo, manso sin remedio que había que despachar con lidia de urgencia, pinchazo y estocada. Silencio.
En el quinto la tauromaquia en estado magno surgiría para mí. Gracias Dios por darme la oportunidad de estar ahí. Gracias Cristina. Te estaré eternamente agradecido.
José Tomás. Su sola presencia vestida de amarillo y oro. Delgado y espigado como el mejor corredor de fondo. Tren inferior de isquiotibiales fibrados hasta el deleite. Paso firme de natural enchulado por el trabajo, nunca altanero. Rostro chupado del que está al querer en estado de forma suprema. Andares marcados por esos glúteos de muñeca de bailarín. Hombros anchos y viriles. Estatura justa y necesaria para confraternizar con el toro.
Gracia suprema en la cita, estudio y entrenamiento en la distancia, natural marcando los tres tiempos que los taurinos dicen y entienden . Yo veía la inclinación del cuerpo atornillado al albero como una locura respetusa de osadía y locura frente al que enviste con más de quinientos quilos de fuerza.
Ese silencio en la plaza abarrotada desgarrado por los oles de los tendidos.
Vaya Maestro. Fue amor a primera vista. Al verlo sobre la arena circular, a solas con la bestia, entendí que era de los mios, o perdón por la osadía, yo de los suyos.
Trabajo, entrenamiento diario, dedicación, seriedad. Horas y horas de trabajo para esculpir una figura que encaja con ese traje que al Maestro le encaja como Dios. Me lo imagino en la finca, en el campo viendo amanecer para oxigenar unos músculos entrenados para triunfar. Vaya gozada.
Entendí que ahí estaba el atleta, el gimnasta, el artista, el corredor, el andarín... en fin, eso que siempre he admirado del hombre. El ser más elegante de la creación enfrente de la bestia y la fuerza con hechura.
Claramente Tomasista, o simplemente vouyer fetichista?
Juzguen ustedes...

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