MI PRIMERA RETIRADA EN MI CUARTA MARATON.
Domingo 7 de diciembre de 2014.
EL HOMBRE DEL MAZO ME GOLPEO EN EL 31K
LA RETIRADA SE CONSUMO EN EL 37 K.
A CINCO KM DE LA GLORIA POR NO PASAR POR EL INFIERNO.
Se presume un día muy feliz. El maratón que llevo entrenado desde el 1 de Septiembre ha estado muy trabajado. Catorce semanas a una media de cien kilómetros por cada una no es moco de pavo. Más de diez rodajes largos de más de veinticinco kilómetros, un diez mil una media maratón, un treinta mil un treinta cinco mil y hasta un treinta y siete mil, como una maldita premonición. Más de veinte rodajes de veinte. Muchos cambios y series largas, hasta cuestas. en fin cansa demasiado desglosarlo aquí y ahora.
Las lesiones me han respetado. La rodilla mejor que nunca. Los problemas con los aquiles se reducen a molestias mínimas también superadas.
En fin, todo óptimo. Sol después de un fin de semana anterior pasado por lluvia torrencial.
El viento puede ser la única incógnita a despejar de la meteorología. Las previsiones hablan de 15-20 km/h del Noroeste.
El día D con todas sus liturgias se despierta según lo previsto. La Taza de Roca, el desayuno, la hidratación, las fotos, el café en el Hospital Provincial. Más fotos en la estatua de Ripolles según protocolo y hasta el paseíllo torero hacia la salida.
Calentamiento hacia el parque de la UJI. Soledad en medio de una multitud de gente que va enseñando carnes trabajadas a la mañana fría de Diciembre. Los africanos rodando a buen ritmo sin despojarse de sus ropajes largos, se cruzan conmigo en el carril bici, con semblantes tan serios como indiferentes.
Yo, facilidad absoluta en los gestos. Ningún dolor. Ningún cansancio. Aceleración natural a menos de cuatro para sentir el asfalto bajo mis Adidas Boston con fluidez. Calzón corto John Smith, perneras Kalenji, camiseta de tirantes del Clot sin manguitos- por olvido- Un buff de “Where is the limit” en la frente y gafas de sol oscuras de marco blanco. Un reloj en cada muñeca. El GPS Garmin X-310 en la zurda y el marcador de la hora en la derecha.
No hay ultima foto con los del club. Estoy demasiado nervioso para perder los treinta minutos de calentamiento. No me quito la camiseta blanca de encima cuando entro en el cajón sub-3, detrás de la elite. Ya me despojaré cinco minutos antes del disparo.
Canciones motivadoras, discurso del dueño del micrófono para ir centrando la mente. A la izquierda los del 10 k, a la derecha sobre el rojo pavimentado del TRAM los “maratos”.
-Todo está cumplido, Dios mío, ayúdame.
Pum…!
Disparo al cielo del cohete que da paso a la marabunta. La mancha multicolor de corto invade en doble carril el asfalto frío de la capital. Sol y ochos grados que apenas se sienten en los corazones de más de ciento veinte pulsaciones e increscendo.
Hay que tomar posiciones. El adelantamiento es complicado en los primeros compases. Trabados por la marea humana. Encerrados por una fila de público que acota el pasillo hacia la gloria.
Adelanto a los prácticos sub-3h, adelanto por la izquierda sin parar. Ya voy por debajo de cuatro por kilómetro. También a Sergi Ruiz, Quiko el sevillano. En fin voy lanzado. Soy perseguidor de Albert. Lo tengo a menos de cincuenta metros. Ya me freno.
Primer kilometro. Tres cuarenta y ocho. Clavado el ritmo previsto. Soy una máquina. Los del diez mil a la izquierda. Vamos en un grupeto que no está mal. Isa me saluda en la Ronda Millars.
-Vamos Damy.
-Voy muy bien- Respondo con sinceridad.
Paseo Ribalta rumbo hacia el Oeste por la acera roja del Tram y arco de meta en sentido contrario. Subimos hacia la UJI. Nos cruzamos por primera vez con el grupo volador verde africano. Es impresionante ver como cabalgan. Detrás hay perseguidores como cuentas de rosario. Oros en tierra de nadie. Albert y yo, duo en la distancia de la obsesión. Empiezo a quedarme solo con mi ritmo martilleante.
La bajada es tremenda en mi ordenador de a bordo, a pesar de lo escaso de la pendiente. La zancada se me dispara.
Marco tres treinta y bajando. Es impresionante. Pendiente favorable y viento a favor.
El diez mil se clava a tres cuarenta y cinco de media (37'30") según una voz informativa y experta del publico. Aun consigo correr con alguien, pero por poco tiempo. Un tres treinta y cinco posterior me hace quedar solo. Casado solo con el poder de mi ritmo devorador.
Es mi soledad en medio de los leones tragando kilómetros. Con la única referencia visual de Albert por delante. No doy tregua al reloj.
Pasamos el primer tramo complicado según lo previsto; la Avenida Casaldulch. Ya hemos atravesado en dos ocasiones la plaza de Maria Agustina.
Nos cruzamos con mi colega quirúrgico Alejandro Marin Buck. Me anima. El va inmerso en la soldadesca por detrás del globo que marca las 3h.15
Poco a poco me voy aproximando al tramo que a priori a mí más me preocupa; la Avenida del Mar de Ida y de vuelta. Se presume especialmente complicada la vuelta con el viento soplando sin piedad.
A la ida, el sol y el viento de cola me hacen marcar otro tes treinta y cinco y mantenerme por debajo de 3.45 y 3.40.
En el km 20 de la avenida del Puerto tomo mi primera bebida isotónica de la organización. Según mi reloj , menos de 37' para el segundo 10.000. El agua cada cinco o diez kilómetros ha sido también consumida en pequeños sorbos. También los geles. Muy bien tolerado todo. Sin dolor. La vuelta comienza marcada por el paso por debajo del arco de la media maratón. Una hora diecinueve. Eso significa dos horas y cuarenta minutos para la maratón completa si no pincho. Voy lanzado hacia el viento contrario. Ahora Albert delante se me acerca más debido a sus problemas con el gigante Eolo.
Toque de alarma. Primer kilómetro por encima de cuatro minutos.
Se esfuma de mi cabeza la posibilidad de bajar de 2.40'
Veo a Albert tambalearse o buscar acercarse a la mediana como un formula uno para optimizar la aerodinámica en contra del empuje del viento. Es inútil.
Deseo torcer a la diestra y entrar en la Avenida Columbretes en busca del kilómetro 25 pero el viento del Norte de nuevo golpea a proa. La animación del Patronato de deporte es un ruido de vigoréxicos siguiendo las órdenes de un capitán domador de un grupo cual manada de elefantes golpeando la sabana. No me animan. No me molestan. Estoy tocado pero aun no hundido.
Que decir de las muchas caras conocidas que no dejan de llevarme en volandas en medio de la cabalgada solitaria en pos de la gloria o el averno.
Pasamos por la rotonda del Tombatossals para enfilar la avenida hacia el último transcurrir por Maria Agustina.
Después del km 27 al girar para buscar la dirección hacia el Castalia veo a Albert parado en la calzada. Mi compañero y rival fuera de combate. No peligra su salud aparentemente por lo cual decido no parar y acelerar. Soy primero del club en estos momentos. Parece que una fuerza liberadora me lanza hacia el kilómetro treinta en el tiempo previsto. Poco más de 1h y 52' ( el tercer diez mil poco mas lento, por encima de 38'. Solamente me resta el ultimo cuarto de la carrera más entrenada del ultimo lustro. Y mantengo las pulsaciones siempre por encima de 165 y por debajo de 170. Con momentos de 162.
Por la Ronda Magdalena no doy para más gozo en mi anatomía corredora.
Nunca puedo imaginar que después del treinta me espera un enemigo tan vil como demoledor: el hombre del mazo.
Este mal nacido metabólico me atiza con una descarga tan brutal como invalidante. Mi ritmo cae en picado a partir del treinta y uno. No se si son mis piernas o mi cerebro. La máquina se resquebraja y el rendimiento cae al abismo de las tinieblas, donde dicen que reina el mismísimo Hades legendario. En el mismo inframundo de las sensaciones y el poder.
Se acaba el todopoderoso atleta que se pavonea marcando pasos de paseo militar sobre el circuito urbano de Castellón.
Subiendo por la Avenida Valencia hacia el 33 un ciclista amigo viene a ofrecerme de su bidón y de su soporte anímico. Es él, el mítico JB Romero:
-Va Damián que vas molt be; aguanta que tens a Albert i podeu anar-vos junts.
Como imaginar que el cadáver de mi amigo y compañero resucitaría y me sobrepasaría.
-Va Damián posat darrere. Ara es quant hi ha que correr.
-Ja ho se…
-No puc, ja m’agradaria.
Juro que lo intenté. Pero el ritmo de los cuatro treinta por kilómetro no lo puedo mantener. Me quedo solo a merced de mis fantasmas más implacables.
Damián Oliver Benlloch se convierte en un ser vulnerable a merced del demonio de la voluntad. Su fortaleza física y mental se diluye en los siguientes kilómetros. Por la plaza de la Paz y Puerta del Sol, camino del 35 el reo condenado a muerte discurre garrote hacia el patíbulo vil; no dejo de arrastrar mis cadenas en pos de un final interminable. Mi tercer gel no puede taponar la vía de agua. Me hundo irremisiblemente, como el Titanic después de la embestida.
Pasado el 35 después de recibir los ánimos de Isa, Rafa Miranda y Belen vienen la dos advertencias a modo de sentencia del gran Maestro Don Rafael Artero, Falín:
-Dónde te has metido Damián?
-A partir de ahora todo es coco…
Y vaya si lo es. Pero al revés. Tanto que la cabeza ya no piensa. Ya no analiza.
Soy un muñeco de trapo a merced de la acera. Cual borracho enajenado volviendo a casa después de haberlo perdido todo, hasta la casa. Sin siquiera derecho a un lecho para caerse muerto. No es querido ni en el calabozo ni siquiera en el hospital. La acera acaba siendo tu amigo más cercano y frío.
Mi ultima gesta es rebasar a la segunda mujer, una mujer africana de figura grande y carrera destartalada. Más pinchada que yo, acompañada de un ciclista entrenador o amigo.
Es mi ultimo estertor de muerte.
Todo esta concluido… Y la máquina se para…
Nadie me pasa, vuelvo a arrancar pero pensar en el final se convierte en un lastre tan monumental que mi ego muere en el acto víctima de su pasado.
-Alea iacta est! Y expiré.
Llevaba 2 h y 13' de carrera y me faltaban poco más de 5 km para meta. A poco más de 4.45"/ km los últimos 5 km hubiera bajado de 2h 47'. Pero que fácil se escribe la teoría después. Si hubiera hecho ese cálculo mental. Pero mi cabeza no estaba para matemáticas...
Ya en limbo de la acera y caminando fuera del circuito se me aparece un ángel de la guarda. Mi gran hermano JM. Juntos caminamos hacia la meta para recoger el equipaje y exhibir mi derrota total. Con su habitual tono sosegado y analítico no tarda en soltar su gran verdad.
- Tu no estás fet per aquesta cursa. Jo te he vist com anaves i m’el he pensat. Molt agarrotat al final, massa potente i en masa zancada avans...
Lo que nunca podía imaginar es que lejos de acabar el martirio; este solo había hecho que empezar.
Mi penitencia y escarnio publico se prolongará hasta que en la siguiente carrera demuestre que estoy preparado.
Solamente fue un error de planteamiento. Un error de calculo. Un error de ritmo.
En fin; corrí demasiado rápido al principio, para pararme demasiado rápido al final.
Sevilla será la segunda parte triunfal de esta representación en dos actos.
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