No sé lo que tiene el Camino de Santiago; pero te atrapa.
La aventura, la leyenda milenaria, la energía de tantos caminantes hacia un mismo lugar. La divinidad. Lo mágico. Lo trascendente. Romper con las ataduras del tiempo. Relacionarse con los demás compañeros como peregrinos. Caminantes sin más meta que el camino. Encrucijada de historias personales…
Aventura, reto, creencia, religión, fe, deporte, actividad física y social. Todo lo resume pero nada lo explica.
Si lo haces quieres volver. Por qué este tercer camino me reportó a mi tanto encanto.
A priori cuando Ramón Peris lo comentó a Isabel, fue recibida la propuesta como una gran idea. Después de la gran proeza que quedará para los anales como gesta histórica de un burrianense y amigo llamado Ramón Peris; en Julio del 2014: Burriana -Santiago en carrera durante catorce días, Isabel le comentó lo bonito que sería hacerlo con los niños.
La idea ya se gestó cuando allá por el año 1997 hicimos juntos el camino como novios, sin hijos. Isabel y yo. Peregrinos como enamorados que se juran amor eterno.
-Tenemos que repetirlo si llegamos a tener hijos en su compañía. Cuando tengan suficiente edad para poder soportar el esfuerzo de la marcha. Ocho o nueve años sería una edad bonita para ellos.
Hemos tardado casi veinte años en llevarlo a la realidad; pero ahí está. Nunca es tarde para dar vida a un deseo, por más escondido que se encuentre en nuestro pobre corazón.
Tres familias, tres parejas con dos hijos por matrimonio. Niño y Niña por tres. Seis adultos y seis niños. Doce peregrinos, como doce apóstoles que siguieron a Cristo.
Ramón y Nela; Rafa y Belen; Damián e Isabel. Con Ramón e Irene; Oscar y Marta; Quique y Patry. Doce corazones unidos para convivir durante una semana. Compartir ruta, comidas, albergues, conversaciones, ilusiones, cansancios, dolores, alegrías y penas para llegar al templo del apostol Santiago.
Vilei de Sarria- Portomarín; Portomarín- Palas de Rei; Palas de Rei- Boente; Boente- Salcedo; Salcedo- Santiago. Poco más de 106 km en cinco etapas de 20 y 25 km.
No importan los días, no importan los kilómetros. No importan los pueblos. Fuimos felices a pesar o gracias al esfuerzo en común. Tuvimos crisis de dolor físico y hasta mental. Desfallecimientos y crisis hasta casi de identidad. Qué carallo hago yo aquí haciendo esto en mis vacaciones. Que se lo digan si no a Oscar y a sus padres sobre todo.
Nunca olvidaremos el camino. Para los niños es una semilla que ha germinado en tierra fértil.
El futuro les recordará que una vez caminaron a Santiago y fueron felices
Especialmente para ellos. Especialmente por ellos. Gracias Dios por llevarnos por la senda marcada.¡ Ultreia!
Porque sigo sin entender que tiene el camino que atrapa a tantos extranjeros, tantos europeos, tantos asiáticos, tantos americanos, tantos españoles. Tantos… durante tanto tiempo.
¿Moda? Una moda que dura casi mil años. Nunca había conocido una moda tan longeva. Por definición se contradice con dicho concepto.
El caminante representa el paso por la vida. Siempre en marcha. Hoy aquí, mañana allá. Siempre de paso, nunca se permanece.
A pesar de que el ser humano tiende a echar raíces como las plantas. Si echamos la vista atrás, no nos lo parece.
Cuantos peregrinos en la vida tenemos la sensación de llevar demasiado tiempo en el mismo albergue. Otros no obstante querrían permanecer más. Pero todo es efímero, el tiempo, la gloria. Vamos caminando sin fin.
Hacia dónde. El camino no se acaba en Santiago… el “ Finis Terrae “, la vuelta.
Somos los mismos, o transformados por una pequeña mano de pintura nueva para el corazón, cada vez más duro y roído por los sinsabores de la vida.
El paso. Unas veces lento, otras demasiado rápido. Seguimos caminando.
¿Qué tiene Santiago? ¿Tú lo sabes caminante?
Cuéntame. Me gustaría saber el secreto.
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