miércoles, 22 de julio de 2015
VUELVO A ESTAR EN AÍN.
Después de muchos años he vuelto con la familia a pasar unas vacaciones en Aín.
Hemos comenzando por un fin de semana. De prueba, para llevar trastos, ropa y comida sobre todo.
Es mi propia familia. Isabel con mis hijos. Ya no es con mis primos, mis padres y mis tías.
Aquellos años tan felices de mi infancia quedaron atrás; eso sí, sin olvidar los momentos que aquí vivimos, rebosantes muchas veces de ese sabor especial. Fueron para los sentimientos y los sentidos nuevas experiencias que después siempre hemos querido repetir. Con esa obsesión volvemos y volvemos para ver si volvemos a vivir lo más felizmente vivido. Con nuestros hijos. Para que sorban la esencia del lugar y sus personajes, sus paisajes. Esa pausa. “Deja Vu” de sus tardes, sus noches, esos momentos sin reloj. Sin agenda, sin hora ni día.
Tengo por fin casa. Es la casa de la abadía. En la calle del agua, frente al chorro del abrevadero de caballos. La planta baja. Pequeña, coqueta, antigua. Con sabor a pueblo. Alquilada para todo el año por un módico precio.
Quizás sea en el invierno cuando podamos paladear con más tranquilidad las escapadas de la vida moderna, tan nefasta para nuestras existencias cotidianas.
Se presenta como acogedora ante las tórridas tardes veraniegas.
El frío y la soledad vendrán. Pero de eso ya hablaremos en otras calendas.
En verano hay demasiado jolgorio. Demasiada juventud desbocada que trata de vivir de prisa y sin las cortapisas de conducta que imponen sus ciudades de origen por el corse del horario impuesto. Aquí todo vale.
Ahora es prioritario ver si mis hijos son capaces de encajar en este puzle de ciudadanos de la plana que huyen del pegajoso calor de la costa para buscar dormir mas fresco.
Si encuentran sus amigos fenomenal, sino será un mal invento. De momento se los traerán de la ciudad.
Así Patry se ha traído a su amiga Sofía. Damián quizás se venga con Abel, Quique tiene más candidatos. En fin, su felicidad ahora parece que es responsabilidad de sus padres.
Su padre mientras tanto tendrá los cafelitos en el bar de la Cooperativa, los baños en la piscina de agua de riego y sobre todo muchos senderos y montaña por recorrer. Escapadas de aventura tantas veces deleitadas en solitario buscando mi esencia de Capricornio empedernido.
Después del partidazo con Quique, vestido del Barça en el polideportivo con otros chavales de mayor edad nos hemos reconvertido a la sociabilidad tan pretendida como esquivada en este santo pueblo.
El primer fin de semana transcurrió hasta con tormenta de verano, tan fantástica como rara en estos tiempos de cambio climático. La puntuación es de sobresaliente.
El fin de fiesta del domingo lo puso la cena en el bar Paquita de Eslida, una guinda de excelencia para una existencia sencilla en familia feliz.
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