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martes, 18 de junio de 2013

EL NIÑO QUE PERDIO SU PASE DE FUTBOL.



Érase una vez un niño que le apasionaba el fútbol. 
Después de “papá” y “mamá” sus primeros sonidos inteligibles fueron “barça”. Curiosamente ninguno de sus padres fue aficionado nunca de ese club futbolístico.
Su padre, que es muy deportista y corre por caminos y montañas, lo hizo socio de un club amarillo que vivía cerca de su casa, al pueblo de al lado.
Con el paso de los años ese niño que radiaba sus partidos imaginarios en voz alta delante del ordenador de su padre, se puso a jugar en el colegio al deporte que amaba.
Empezó escondiéndose de la pelota en los diferentes campos de juego, aunque con su padre y su tío luchaba lo indecible.
Con los años comenzó a jugar sin esconderse en el medio campo. Daba buenos pases a sus compañeros de equipo, que además eran compañeros de clase y sus amigos.
Comenzó a asistir a ese campo de verde tapete, que con los años se estaba convirtiendo en la madriguera del buen fútbol. Se sentaba con su padre en los asientos altos de la gradería. Llegaba casi una hora antes del partido para ver salir a los jugadores amarillos y disfrutar hasta de su calentamiento.
reales.

Comenzó a aprenderse de memoria el nombre de los futbolistas amarillos. Los admiraba y aprendía de cada pase, de cada movimiento.
Tanto le gustaban que ya no quiso saber nada de ese club blau-grana que desde pequeño admiraba. Hasta los objetos que le regalaron por su primera comunión con esos colores, los abandonó en el fondo de un armario. Solo quería su bufanda, camiseta y gorra amarillas.
Sus amigos seguían siendo de ese equipo que decía ser más que un club pero su padre le enseñó que lo que estaba haciendo ese pequeño club amarillo tenía muchísimo más mérito.
Tan bien lo hacían sus futbolistas como los que mandaban,  que con poco dinero y una escuela con muchos  niños y de forma modélica, sabían comprar y vender con cabeza y sin ostentación.
Con los años una profunda crisis asoló el país del fútbol. No se pudieron hacer apenas fichajes y para que el campo siguiera lleno de gente a uno que mandaba  muy listo, se le ocurrió regalar pases a los niños de la provincia que practicaban fútbol. Eso sí, no podían fallar más de cuatro veces si no perderían el pase.

El padre y el niño ya tenían sus abonos de forofos pagados con su dinero para esa nueva temporada cuando recibieron el regalo del club amarillo: dos pases más.
El niño prefirió sus nuevas localidades, para estar sentado con sus amigos.
Y comenzó la liga, y llegó el  invierno con el frío y la lluvia. Los partidos de entre semana a partir de las nueve de la noche. El niño no quiso perderse ni uno. Seguía estudiando y entrenando más que nunca porque sabía que si sacaba malas notas su padre se podría enfadar y no llevarlo. Hasta el padre tenía que cambiar la guardia para poder asistir a todos los partidos y así no perder el regalo de estar su hijo con sus amigos viendo a los jugadores amarillos que tanto admiraba.
Pero las cartas de la vida a veces aparecen cambiadas, y la mala fortuna hizo que el padre, en uno de los partidos, con las prisas y el agobio de gente, se equivocara de pase y sacara de la cartera, donde estaban todos juntos la entrada que tenía el mismo nombre del niño. Pero no era el de regalo, era el otro pase. Ponía “cadete” en vez de “fútbol base”.
A partir de ahí cuatro veces más entró con el pase equivocado.
Claro, las máquinas solo saben leer. No tienen ojos, porque si no hubiesen visto que padre e hijo no dejaron de asistir a ninguno de los partidos. 
Para el club había fallado en cuatro ocasiones. Lo suficiente para cancelar el pase del niño, no el de su padre que entró siempre con el correcto para las máquinas.
Cuando del club al que pertenecía el niño, le comunicaron al padre la decisión de cancelarle el pase, el padre no daba crédito. No podía entenderlo. Si no habían fallado ni un solo partido. Ni siquiera la noche del Poli Ejido.
-Debe ser un fallo de las maquinas- pensó, para tranquilizarse. 
Días más tarde reordenándose la cartera se le hizo la luz y comprendió cual había sido su error. Rápidamente llamó al delegado del club para que lo hablara con el presidente. Estaba claro que lo iban a entender.
Pero no iba a ser tan fácil.
La administrativa encargada del club amarillo tenía órdenes de arriba de no atender a razones.
El padre, que se dedicaba a curar huesos, dejó su hospital para presentarse en la casa amarilla personalmente. Era un asunto lo suficientemente importante para su hijo como para solucionarlo personalmente.
Allí en la casa amarilla se presentó el padre. No tenía cita. Le atendió una simpática mujer que miraba con cara de lastima y de resignación al pobre padre que se había dejado su trabajo para tratar de solucionar su error.
Y es que la semana anterior en un partido muy importante de liga europea la entrada de su hijo invalidada se la habían vendido ya a otro  señor. Y tuvo el padre que cederle el asiento. No debía volver a suceder, porque ahora venía el club azulgrana y eso traería muchísima gente al campo amarillo.
Hasta en dos ocasiones tuvo que llorar allí en la puerta del club amarillo, pero nadie importante le vio. Su llanto no tenía consuelo en su alma 
Por casualidad, pasó por allí un antiguo conocido del padre que trabajaba en la casa amarilla y le explicó el caso.
Todos lo entendían pero nadie podía solucionarlo.
Y al final, el niño que tanto gustaba ver con sus amigos, a los futbolistas amarillos, en la madriguera del buen fútbol; se tuvo que ir a su antiguo asiento de pago con su padre, sin sus amigos.
Su padre le dijo que tuviera fe y creyera en los milagros.
¿Y es que acaso la casa amarilla no es un milagro?


                                                                                  Damian Oliver Benlloch.

Este cuento está basado en hechos 

PINCELADAS DE SEMANOLOGÍA


Aquí  estamos otro día más. Sentados en la mesa de la Cafetería del hospital.
Mesa de Sabios de la vida.
Son ya las ocho de la mañana. Demasiado tarde para dormir. Muy temprano para trabajar. Ideal para soltar la sin hueso frente a un café de la barra del bar. 
Ni los hielos, ni la leche lo exoneran de su sabor.
Oscuro como el veneno más tiznado. Cicuta dice Ximo; experto  en la bioquímica y funcionamiento del cuerpo humano.
 Alfonso le da vueltas con la cucharilla para ver si mejora sus propiedades. Pero no, sigue   siendo insufrible. Castigador. Omnipresente catalizador del protocolario encuentro de la especie humana.
Un servidor desparrama su aceite de sobre virgen extra sobre la tostada zapatera ante la atenta mirada del grupo.
Liturgia de batas blancas. El gueto  frente a la Sabana de la vida y sus especies.
Hay que tomarse la dosis justa para seguir comentando los días. 
La cuenta atrás ha comenzado. El tiempo con su compás inexorable no da tregua.
- Ya es lunes. Por fin es lunes. Que gustazo madrugar para matar el ocio insano con el trabajo venial de cada día. Sin sudor en la frente, con la perra cada vez más chica. Nos comemos las migajas de pan que nos dejan los herederos del Rico Epulón.
- Martes, ya va decayendo la semana.
- Ya es miércoles, parece que la cuesta abajo nos lleva  al vértigo de la caída libre.
- Jueves,  ya se nos va la semana en contra de nuestra voluntad.
- Que aciago es el viernes. Ya no  nos veremos hasta el lunes.

Miradas de soslayo. Risas tontas ante el cristal que lo envuelve todo. La luz quiere entrar con el calor, pero el frío acondicionado no la deja pasar.
-¿Cómo está hoy la jungla? 
Las ropas van haciendo su recorte particular con el avance de las calendas de Mayo, para mostrar la nobleza percherona. En el Serengueti cualquier excusa es buena para torcer el cuello y cruzar la mirada en gesto depredador de macho ibérico sutil ante el impala desguarnecido. 

Lengüetazo inconsciente  Oliveriano que se relame. Sonrisa cómplice Navarra. Resoplido argumentado del Berro. Mirada enigmática de Tello. Ximo maneja el tempo y su compás. Complicidad enteléquica de Lara. Don Enersto sube la temperatura del gallinero futbolístico y nos introduce en el infra mundo de las pasiones . ¿Alguien da más? Claro. El emprendedor  por antonomasia; Manolo Climent. No bajes la guardia o caerás en su negocio. 
Todo es turbio como el café de Rafa, el camarero afortunado, feliz y realizado en su trabajo. Como sus pasos de condena hacia el cadalso de la barra. El reo mira al suelo resignado en su marcha cadenciosa revestida de uniforme Luis Marza.
Ya estamos todos, Pepe Moles y Medina aportan su evanescencia intermitente de su ausencia no programada.
Enrique nos recuerda y le esperamos en su corta ausencia.
Donde está el Xerif. Ha colgado su chapa y el cuchillo. Ya no dispara palabras encadenadas para monopolizar la mesa. Se ha ido a la reserva. La tercera fase.
Ahora descabezados nos sujetarnos la testa con ambas manos para no perder el sino de la justicia, la ley y el orden. ¿Donde está el rumbo? Seguimos navegando hacia ninguna parte.
Desorientados tomamos otro sorbo del brebaje que poco a poco, gota a gota; nos lleva hacia el sinsentido del todo o nada. Hacia la tumba.  Hacia el júbilo dichoso de la jubilación.
Día a día, semana a semana... Inexorablemente.
Sorbo a sorbo.
  
Damián Oliver. 
Escrito en un aciago día viernes del Señor  14 de Junio de 2013.



Discurso Jubilación Don Eduardo Martí.





Estimado Don Eduardo :
Cuantos ratos que hemos compartido en estos últimos más de 10 años!
Cuantos momentos ha compartido en estos últimos más de treinta!
No hace mucho, y ya van para doce años cuando vine aquí después de cruzar la frontera del Ebro y abandonar tierras catalanas, aquel cercano Agosto del 2001.
Venía de una formación dictatorial. De una larga residencia MIR forjado en la más estricta disciplina para aterrizar en este, nuestro querido y peculiar hospital. Ahí  estaba usted, con don Enrique Uzqueda; amos y señores del cotarro traumatológico Hp. 
Ahora que vamos intimando, permítame  que le tutee.
Cercano, campechano , valenciano de Xátiva, socarrat. Con ese acento amigo y de conversación afable. Supe enseguida que más que un jefe ibas a ser un colega.
Don Eduardo, Eduardo para los amigos, jefe para muy pocos. Tertuliano del café de la mañana en la mesa de los sabios. Siempre antes de las ocho.
Porte de actor de cine en blanco y negro. Errol Flynn parecías.
Detective en París con tu gabardina color hueso. Hasta te detuvieron por error ... y es que tu apariencia de espía cinematográfico levantaría sospechas hasta para la Interpol.
Francófono de ideología. Seguidor y admirador de la cirugía ortopédica francesa.
Coleccionista de la Enciclopedie medico quirúrgica. Asiduo anual de París, hasta el punto de la casi doble nacionalidad.
Fiel hasta la jubilación a Ceraver y Link. Monseur Ximel y los hermanos Gálvez.
Compañero y amigo de mesa de grandes maestros internacionales de la ortopedia como:
Rafael Orozco, Cabanela, García  Cimbrelos, Antonio Murcia, Agustin Blanco, Simon Campos, Palacios Carvajal, Monseur Blancar,  Gutalie y Robert Judet.
Amante de la buena compañía, del buen comer y del mejor vino.
Cuantos viernes hemos compartido mesa en restaurantes de Castellón acabando con el profesor Broch chapurreando francés etílico.
Cuantas historias de tus urgencias hospitalarias Hp color sepia a ritmo de campana y tapete.
- A mi edad sexagenaria, que me queda sino son estos momentos y una agradable compañía. Solías decirnos.
De andares característicos por tu avanzada gonartrosis, mucho más patológica que la de muchos pacientes que operaste. Te gustaba presumir de ello.
De discurso prolijo, de ideas encadenadas hasta casi ritmo de tocata y fuga daliniana. Jovial como pocos hasta que la preocupación del paciente complejo te nublaba el entendimiento y la obsesión  por resolverlo te llevaba a tratar de arreglarlo en el quirófano.
De bisturí veloz. Asombroso a veces, como aquella amputación del quinto radio de la mano en cinco minutos o una liberación del nervio cubital en tres minutos y sin tijera, a punta de bisturí.
Curiosamente algún bromista del servicio te ha comparado con Manostijeras. 
El gesto de pericia y virtuosimo con la tijera para la meniscectomía y sección del ligamento cruzado posterior quedará en nuestro recuerdo  imborrable.
De práctica resoluta en la consulta.
La historia clínica escrita solamente un trámite, un obstáculo para tratar de explicar al paciente lo evidente.

Eludiste las ínterconsultas por decreto. Acababas la consulta antes que el horario previsto, y eso que los veías dos veces. Visita y radiografía. Eso sí, nunca fue el número lo prioritario. Más bien pocas y escogidas, que para eso eras el jefe. 
Ojo clínico envidiable para derivar a donde corresponda. Laboral, a su mutua; raquis al general, infantil a la Fe.
De pocos rodeos con el enfermo, directo con tus incondicionales.
No era lo tuyo la escritura. La literatura solamente para la lectura de la historia de España y Universal en La Paz del hogar.



Químico de comienzo, médico de circunstancias, traumatólogo de ejecución.
Anti político de discurso, quizás político de vocación. 
Políticos. Los conocías y los sufrías desde el odio más visceral hasta el abrazo del padrino. No era tu especialidad en la consulta tratarlos, sobre todo si venían recomendados de dirección.
Sindicalista por accidente. La mutua nunca fue tu casa. Si lo fue el Hospital. 
Venías de tus problemas con el mundo. Te desahogabas con nosotros y ya estabas mejor, poco a poco. Aunque ya nos supiéramos de memoria tus cuitas con los vecinos por repetición,  un mantra que te ayudaba a sanar. 
No necesitabas psicólogos. Nos tenias a nosotros. Éramos tu confesor. La confianza máxima hacía  que, como un matrimonio, no hubieran secretos entre nosotros.
Éramos un equipo. En el quirófano seis u ocho manos sincronizadas. Fuera un equipazo.
Tus frases célebres siempre repetiremos:
-Al revés te las calces amigo Garcés.
-En casa tengo un libro que lo pone.
-Tiene derramé, estaba indicada.
-Esta peor que la Rx, mucho mejor que la mía 
-No hemos venido a luchar contra los elementos.
-Tota pedra fa pared.
-Es lo que me pide.
-Ya se está relajando
-Me la habéis puesto como Fernando VII
-Me arriesgare. 
-Quina carnicería!
-No le quitemos al señor lo que traía de casa.
-Traía varo, pues valgo. Valgo, pues varo. 
-El cemento hará el resto.
-No se la acabará.
Las nuevas tecnologías llegaron tarde para ti, pero no tardaste en subirte al carro, hasta utilizar el ordenador más que el despacho.
Comenzaste como "Edupiscinas @" organizando el congreso mejor gestionado en lo económico de toda la historia de la SOTOCAV y acabaste abriendo perfil en el  Facebook para mostrarte al mundo, lanzando proclamas políticas contra la clase gobernante ante la actual coyuntura compleja de crisis y recortes sociales y sanitarios tan injustos como imposibles.
No he sido tan breve como te hubiera gustado. Te pido Perdón por ello don Eduardo.
Y tranquilo jefe, que lo de la conferencia de la Sindone ya está olvidado.
Don Eduardo; siempre estarás con nosotros. Y con tus pacientes, siempre te recordaremos.
Atentamente.
Castellón, 10 de Mayo de 2013.