Estimado Don Eduardo :
Cuantos ratos que hemos compartido en estos últimos más de 10 años!
Cuantos momentos ha compartido en estos últimos más de treinta!
No hace mucho, y ya van para doce años cuando vine aquí después de cruzar la frontera del Ebro y abandonar tierras catalanas, aquel cercano Agosto del 2001.
Venía de una formación dictatorial. De una larga residencia MIR forjado en la más estricta disciplina para aterrizar en este, nuestro querido y peculiar hospital. Ahí estaba usted, con don Enrique Uzqueda; amos y señores del cotarro traumatológico Hp.
Ahora que vamos intimando, permítame que le tutee.
Cercano, campechano , valenciano de Xátiva, socarrat. Con ese acento amigo y de conversación afable. Supe enseguida que más que un jefe ibas a ser un colega.
Don Eduardo, Eduardo para los amigos, jefe para muy pocos. Tertuliano del café de la mañana en la mesa de los sabios. Siempre antes de las ocho.
Porte de actor de cine en blanco y negro. Errol Flynn parecías.
Detective en París con tu gabardina color hueso. Hasta te detuvieron por error ... y es que tu apariencia de espía cinematográfico levantaría sospechas hasta para la Interpol.
Francófono de ideología. Seguidor y admirador de la cirugía ortopédica francesa.
Coleccionista de la Enciclopedie medico quirúrgica. Asiduo anual de París, hasta el punto de la casi doble nacionalidad.
Fiel hasta la jubilación a Ceraver y Link. Monseur Ximel y los hermanos Gálvez.
Compañero y amigo de mesa de grandes maestros internacionales de la ortopedia como:
Rafael Orozco, Cabanela, García Cimbrelos, Antonio Murcia, Agustin Blanco, Simon Campos, Palacios Carvajal, Monseur Blancar, Gutalie y Robert Judet.
Amante de la buena compañía, del buen comer y del mejor vino.
Cuantos viernes hemos compartido mesa en restaurantes de Castellón acabando con el profesor Broch chapurreando francés etílico.
Cuantas historias de tus urgencias hospitalarias Hp color sepia a ritmo de campana y tapete.
- A mi edad sexagenaria, que me queda sino son estos momentos y una agradable compañía. Solías decirnos.
De andares característicos por tu avanzada gonartrosis, mucho más patológica que la de muchos pacientes que operaste. Te gustaba presumir de ello.
De discurso prolijo, de ideas encadenadas hasta casi ritmo de tocata y fuga daliniana. Jovial como pocos hasta que la preocupación del paciente complejo te nublaba el entendimiento y la obsesión por resolverlo te llevaba a tratar de arreglarlo en el quirófano.
De bisturí veloz. Asombroso a veces, como aquella amputación del quinto radio de la mano en cinco minutos o una liberación del nervio cubital en tres minutos y sin tijera, a punta de bisturí.
Curiosamente algún bromista del servicio te ha comparado con Manostijeras.
El gesto de pericia y virtuosimo con la tijera para la meniscectomía y sección del ligamento cruzado posterior quedará en nuestro recuerdo imborrable.
De práctica resoluta en la consulta.
La historia clínica escrita solamente un trámite, un obstáculo para tratar de explicar al paciente lo evidente.
Eludiste las ínterconsultas por decreto. Acababas la consulta antes que el horario previsto, y eso que los veías dos veces. Visita y radiografía. Eso sí, nunca fue el número lo prioritario. Más bien pocas y escogidas, que para eso eras el jefe.
Ojo clínico envidiable para derivar a donde corresponda. Laboral, a su mutua; raquis al general, infantil a la Fe.
De pocos rodeos con el enfermo, directo con tus incondicionales.
No era lo tuyo la escritura. La literatura solamente para la lectura de la historia de España y Universal en La Paz del hogar.
Químico de comienzo, médico de circunstancias, traumatólogo de ejecución.
Anti político de discurso, quizás político de vocación.
Políticos. Los conocías y los sufrías desde el odio más visceral hasta el abrazo del padrino. No era tu especialidad en la consulta tratarlos, sobre todo si venían recomendados de dirección.
Sindicalista por accidente. La mutua nunca fue tu casa. Si lo fue el Hospital.
Venías de tus problemas con el mundo. Te desahogabas con nosotros y ya estabas mejor, poco a poco. Aunque ya nos supiéramos de memoria tus cuitas con los vecinos por repetición, un mantra que te ayudaba a sanar.
No necesitabas psicólogos. Nos tenias a nosotros. Éramos tu confesor. La confianza máxima hacía que, como un matrimonio, no hubieran secretos entre nosotros.
Éramos un equipo. En el quirófano seis u ocho manos sincronizadas. Fuera un equipazo.
Tus frases célebres siempre repetiremos:
-Al revés te las calces amigo Garcés.
-En casa tengo un libro que lo pone.
-Tiene derramé, estaba indicada.
-Esta peor que la Rx, mucho mejor que la mía
-No hemos venido a luchar contra los elementos.
-Tota pedra fa pared.
-Es lo que me pide.
-Ya se está relajando
-Me la habéis puesto como Fernando VII
-Me arriesgare.
-Quina carnicería!
-No le quitemos al señor lo que traía de casa.
-Traía varo, pues valgo. Valgo, pues varo.
-El cemento hará el resto.
-No se la acabará.
Las nuevas tecnologías llegaron tarde para ti, pero no tardaste en subirte al carro, hasta utilizar el ordenador más que el despacho.
Comenzaste como "Edupiscinas @" organizando el congreso mejor gestionado en lo económico de toda la historia de la SOTOCAV y acabaste abriendo perfil en el Facebook para mostrarte al mundo, lanzando proclamas políticas contra la clase gobernante ante la actual coyuntura compleja de crisis y recortes sociales y sanitarios tan injustos como imposibles.
No he sido tan breve como te hubiera gustado. Te pido Perdón por ello don Eduardo.
Y tranquilo jefe, que lo de la conferencia de la Sindone ya está olvidado.
Don Eduardo; siempre estarás con nosotros. Y con tus pacientes, siempre te recordaremos.
Atentamente.
Castellón, 10 de Mayo de 2013.
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