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martes, 6 de octubre de 2015

10 K de Noulas. Un infierno que me llevó a la gloria.

Domingo 27 de Septiembre de 2015.

10  KM DE NOULAS. TANTA GLORIA COMO SUFRIMIENTO
PRIMERA CARRERA MINIMALISTA CON SANDALIAS EN MI CURRICULUM.
Doble paso por la Calle San Jaime mientras agoniza mi tía Soledad.
Ultimo kilómetro dedicado al sufrimiento del enfermo.

Clavé los 36 minutos. Primera derrota frente a Salva el bombero.





Tan bien como fui de  fui mal de motor. La salida a ritmo excesivo me penalizó en exceso para sufrir en el segundo cinco mil.
Circuito urbano a dos vueltas de 5 kilómetros en mi segunda patria. Calles tantas veces pisadas durante mi infancia y juventud. Experiencias tantas habrá que comprimirlas en diez mil metros de  sufrimiento sobre una suela de 10 milímetros atada al pie con unos cordones.

Todo fue hermoso hasta que el pistoletazo de salida nos puso rumbo hacia la hipoxia más absoluta. La anaerobiosis y el lactato a casi ciento ochenta pulsaciones.
Hasta el beso de mi madre rompiendo filas en el pelotón de salida fue tan hermoso y valiente como inesperado.
El ritmo de Salva se hizo insoportable cuando entramos en el quinto kilómetro.
Girar por la Calle La soledad para entrar por San Jaime es una experiencia casi mística que me debía el running.


Dos veces tuve el placer y honor de pisarla en carrera. La calle de mi infancia. Las horas y noches de futbol de  tantos inviernos de fin de semana y entre semanas estivales.
Me quedo con las sensaciones de pisar asfalto urbano y acera con sandalias como si fuera descalzo a un ritmo inicial salvaje. Como un auténtico huarache. Ni los romanos en Cinemascope los he visto tan rápidos.
Siguiendo la estela de Salva, en tándem perfecto hasta que la hipoxia me llevó a abandonarlo en pos de un ritmo más sosegado según mis capacidades y un entrenamiento seguramente más escaso que el suyo. Sin duda demostró estar mejor que yo en esta distancia y en la actualidad.
Antes de tomar la calle de La Soledad por primera vez después del cuarto kilómetro ya se vio que mi ritmo se moría por falta de oxigeno.
El motor de la Harley no da para más revoluciones a pesar de darle gas.
Por la calle mayor hasta el primer paso por meta, ya en solitario siguiendo la estela del clotero comprendí que el sufrimiento solo había hecho que empezar.
A pesar de los menos de 17 minutos y medio para los 5 kilómetros no iba a realizar un tiempazo. Seguí según lo previsto, a pesar de todo.
Serían más treinta y seis que treinta y cinco por primera vez en mi curriculum.
Los segundos tienen toda la pinta de esfumarse sin piedad en cada kilómetro de los que me restan en la segunda vuelta.
El callejeo por los arrabales del futbol me llevan al extravío mental.
-¡Los viejos rockeros nunca mueren!- Arenga de lujo que me da un subidón total en boca de un auténtico esforzado de la ruta y el cross country. Manuel Navarro; vallero total veterano runner ya retirado que tanta batalla me planteó en mis tiempos glorioso. Un tipo tan duro como correoso. De esos que cabalgarían al lado de John Waine por los desiertos del oeste americano
Tus palabras me subieron al Olimpo de los dioses por unos segundos. Después otra vez la soledad del corredor de fondo chancleteando por la vía publica de mi segunda patria me devuelven a la cruda realidad de la hipoxia.
En rectas de mucho poder donde el cronómetro y el GPS se disparaba por debajo de los tres veinte, mostrando que el rockero aun tiene muchos acordes que repuntar en su poderoso tren inferior.
En la recta de la antigua N-340 el combustible se pone en reserva. Las alarmas se disparan. La luz roja en mi salpicadero se enciende como un aviso de crisis total.
El km nueve no aparece y mis perseguidores pueden darme caza. Me acerco a los cuatro minutos y el sonido de la alarma pita en mi cabeza.
Giro a la izquierda y callejeo para rodear la arciprestal de San Bartolomé. Debo esconderme de mi cazador que ya he avistado por el retrovisor.
La caza no va a tener cuartel. Aun no huelo la meta y estoy en el último kilómetro. Es mi terreno sagrado de la infancia. No puede ser tan corto y tan eterno a la vez. Pido por mi tía soledad moribunda que agoniza en su cama de la Calle San Jaime. Mi sufrimiento es similar, aunque será mucho más corto que el suyo. 
Mis tías y mi madre como espectros no me reconocen. El purgatorio para ascender a la gloria de meta hay que vivirlo en soledad.
Giro a la derecha y enfilo la calle mayor.Ahora sí, la meta esta a la vista.
La sexta por fin. La meto y a fondo. Por debajo de tres quince acelero. 
El electrónico marca treinta y cinco y mucho.
En treinta y seis cero lo clavé. Según lo previsto.
Pero tanto tenía previsto sufrir?
Si lo se no vengo.
Después todo son felicitaciones. Podium y primera carrera minimalista con triunfo en una nueva categoría.
Felicidades a mi compañero Salva. Me dio una lección de saber mantener y yo a entrenar más si quiero llegar bien a la maratón de Valencia. 
Al fin y a la postre solo me retrasé cinco segundos respecto al 10 k del año pasado en Almassora con las Adidas Boston Boost de mi antigua era  amortiguada.

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