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lunes, 27 de octubre de 2008

DESCENSO ELECTRICO


Domingo después del cambio de hora. Ultimo de Octubre. Día soleado después demuchos días de lluvia. Soledad en Vilavella. Senderistas y runners de montaña de medio pelo. Ramón de Nules que me recuerda que estoy volviendo a entrenar. Molestias leves en la rodilla. Sin forzar la subida hasta la fuente de La Virgen de la Salud. La senda me la como de vuelta. Tengo ganas. El descenso de pista no me entusiasma demasiado. Empiezo a bajar de cinco, después de cuatro. Despierta el dolor en mi rodilla izquierda. El panel de alarma de enciende de forma intermitente con la luz roja. Me contengo. No voy a romper. Curvas en herradura con peralte natural insuficiente y pedregoso.
Trazo con radio abierto cada una delas curvas. Deleitándome en la cordura.
Hasta que llego donde más me gusta. Esa recta de buen piso, húmedo de lluvia y suelo de tierra compacta roja. Después de la media curva a izquierda de pendiente cercana al diez por ciento.
Tomo la pista de despegue y se encienden los motores. Me pongo progresivamente a tope.
Noto que las rodillas no son mis dañadas bisagras. Voy turboalimentado. La energia de ignición es de origen eléctrico. No soy yo. Soy la máquina. El poder. Sobrenatural. Eléctrico. Terminator. Miro el GPS, bajo de cuatro, tres cuarenta y cinco, tres treinta, veinte, diez, cinco... dos cincuenta y cinco. Ya he despegado, no hay dolor. El registro marca dos minutos y cuarenta y tres segundos por kilómetro de velocidad máxima. Han sido apenas diez metros pero he sentido aquello que pensaba que ya no me pertenecía. Por unos instantes he vuelto a sentirme el ser más superior sobre la faz de la tierra. Gracias Dios mio.

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