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jueves, 23 de octubre de 2008

NIEBLA ALPINA.



Domingo por la tarde. Después de la paella del Chef en casa Maruja.
Solitario adentrándose en la boca del lobo. Amenaza de lluvia. Contra corriente. El dominguero solitario que va dónde y cuándo los demás vuelven.
Sin más objetivo que la montaña. Objetivo la cumbre. Medio, la carrera. Animal, el galgo. Alma, la cabra.
Coche aparcado mirando al pueblo de mis sueños. El pueblo de mi infancia. La felicidad más grande jamás vivida. Ahín.
Senda de PR. Verde y blanco a seguir. San Ambrosio y la sobremesa quedan atrás. El atleta siempre va de paso. La pista no deja tregua. El corazón se acelera siempre contra la gravedad. Los últimos domingueros vuelven al coche para ingresar otra vez en la rutina. Pensar en el lunes puede matar al más trempao. Sigamos corriendo. El molino. Damy, no dejo de pensar en ti. Tu padre no te olvida jugando en sus aguas. El GR se engalana en forma de sendero rocoso que rompe el correr para sobrevivir sus rampas.
Tremendo, se me atraganta su pendiente abrupta entre tanto roquedal y monte bajo.
Las marcas están borradas en el suelo. Voy hacia la niebla espesa. El GPS sigue fiel el ascenso.
Llego al corralet. Más de seiscientos cincuenta metros de altitud. Comienza otra nueva ruta para mí. Dirección al puntal de l'aljub. Ladera fácil hacia la tiniebla. El abismo lleno de nubes bajas me envuelve. La luz del día parece que quiera fenecer agonizando. Yo sigo. Entre pinos, esquivo zarzas, rasgaduras. Cuando me doy cuenta cresteo rocas planas inclinadas como mesas que me dejan poca opción al lucimiento. No se si corro, escalo o me corro. Casí mil metros de altura entre la niebla alpina.
Decido volver. La equivocación está a punto de dar al traste la única decisión de lucidez.
El descenso en pista se hace tan rápido como incomodo para mis rodillas. El castigo para mis rótulas no tendrá fin.
Al final la placeta de la Baseta, con sus nuevo marco en forma de cercas de madera, me va a reconfortar en unos estiramientos.
El nuevo banco de madera acaba de poner el toque final de felicidad mientras trago el agua y suspiro por el pueblo que veo en el horizonte. Aín, siempre estarás ahí para mí.

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