jueves, 16 de octubre de 2008
LA CABRA TIRA AL MONTE.
Los capricornios convencidos somos así. Hasta que no hundimos las pezuñas en terreno alpino de roca y tierra no miramos orgullosos al cielo. Hasta que no subimos las pulsaciones y no sentimos la asfixia en el cuerpo no sentimos el cosquilleo de la felicidad.
Ayer volví a sentir el alma primitiva. El ser animal que se desenvuelve en su medio natural volvió a latir en mi interior.
El monte. Circuito alpino de Vilavella bajo mis Brooks adrenaline. GPS Garmin en mi muñeca derecha. Cielo despejado. Cinco y media de una tarde otoñal fantástica. Veinticinco grados de calma chicha en el ambiente.
Cuesta de asfalto sin piedad para calentar motores. Defecación y dos mandarinas en zumo del árbol. Mis primeras naranjas de la temporada.
Senda hipóxica. Ciento ochenta pulsaciones. Nueve minutos y cuarenta y cinco segundos de ritmo cansino. Ante mí el muro casi vertical para salir a la pista. Otra vez vuelve el oxígeno a mis neuronas. Ritmo ascendente hasta la senda de la fuente de la salud. Soltura exagerada a pesar del des-entrenamiento. Cojonudo. Como si lo hiciera todos los días . Los peñascos mojados motivan mi zancada. Trago en la fuente. De vuelta hacia el inicio. Descenso de ritmo progresivo, bajamos de cinco primero, bajamos de cuatro después, nos acercamos a tres minutos por kilómetro. Las piernas van sueltas la rodilla izquierda se queja pero aguanta. Los cuadriceps tiemblan. El corazón responde. El cerebro oxigenado disfruta.
La moral se enciende. Volver a correr es posible en la montaña. La cabra siempre tira al monte.
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